Eneko Bóveda: «Me encanta este juego, aunque no sé si me gusta el fútbol»

TORRE DE MARATHÓN

Eneko Bóveda, en la ciudad deportiva de Abegondo
Eneko Bóveda, en la ciudad deportiva de Abegondo César Quian

«Si busco un momento en que pude haber hecho más, siempre me quedará el partido de Mallorca», reflexiona el ya exjugador del Deportivo

10 jul 2021 . Actualizado a las 23:31 h.

Eneko Bóveda Altube (Durango, Vizcaya, 1988) busca equipo. Aún no ha decidido dónde jugará la próxima temporada, pero sabe que no será en el Deportivo. El futbolista y el conjunto blanquiazul acordaron una separación amistosa por fin de ciclo. Un divorcio sin reproches: «Me he sentido excelentemente tratado por el club del primer al último día».

—¿Y por la gente? ¿Se ha sentido querido?

—A Coruña es el segundo lugar más importante de mi vida. Está mi casa, Durango, en Euskal Herria, y después está A Coruña. Han sido años buenísimos, aunque suene duro. Porque me he visto en situaciones en las que nunca pensé que me iba a ver y me he sentido escuchado y respaldado por compañeros y club. ¿Que si luego me he sentido querido a nivel general? A ver, es que es mucho más difícil comprarse la camiseta que pone Bóveda, con el 5 ahí atrás, cuando el equipo ha descendido. Amorebieta queda a diez minutos de Durango y cuando voy al parque allí veo a un montón de niños con las camisetas de los jugadores del Amorebieta. Y es lógico, ellos han conseguido un éxito inimaginable y en nuestro caso ha sido al revés. ¿Cómo vas a guardar un sitio en tu corazón futbolístico a jugadores que te han dado tan malas tardes? No es fácil. Pero yo he sentido el cariño allí y ahora que me ha tocado salir lo he vuelto a sentir.

—Ahora que la distancia puede ayudar con la perspectiva, hablemos del factor entorno. ¿Cuál es el peso del hincha en el equipo?

—Cuando hablamos de seguidores, de aficionados, así en bloque, ya estamos siendo injustos, porque los hay de todo tipo. Nunca he sido de alabar a la afición en general, ni tampoco de ponerla a caer de un burro, porque hay de todo. En situaciones de frustración se tiende a perder un poco el respeto, no se piensa en la persona y el jugador no pasa de ser un cromo, un enlace en la Wikipedia con sus estadísticas. Y quien caiga en eso no es el tipo de aficionado con quien voy a gastar mi tiempo. Pero por otro lado, está la figura del jugador. No sé hasta qué punto hacemos nosotros por acercarnos humanamente a los seguidores. Ciertas actitudes un poco frívolas alejan al futbolista, pero ya como gremio, de aquello que mucha gente necesita para sentirse identificada y entonces siente que no vive en el mismo mundo. Yo me quedo con el jugador más humano, como con el aficionado más humano. Con esos, los cafés o las horas de parque que hagan falta.

—Los medios de comunicación son también parte de ese entorno. ¿Cómo considera que influyen en el futbolista?

—En este punto vuelve a ser necesario individualizar. Como hay jugadores y jugadores, entrenadores y entrenadores, hay periodistas y periodistas. En los últimos años ha cambiado mi percepción sobre el impacto de la prensa en los equipos. Creo que una ciudad alegre genera un equipo alegre, valiente y bueno. Y en eso contribuye muchísimo la prensa. Luego claro, hasta qué punto un periodista debe hacer lo que más le conviene al club. Seguro que es difícil ser equilibrado. Como jugador, creo que en general y por salud mental es mejor no estar atento a lo que se diga de uno, pero también es cierto que cuando uno habla de sentirse futbolista también implica ese seguimiento. Te gusta que se hable de ti, pero no te gusta que se hable mal. De todas formas, supongo que todo esto irá evolucionando también hacia la normalidad en cuanto el Dépor vuelva a su lugar natural.

—Se va después de tres temporadas y media. ¿Ha rendido al nivel que esperaba?

—Mi rendimiento ha sido parecido al de toda mi carrera. Pero al final… Es lo que te dicen todos los entrenadores cuando llegan y que nadie se cree en el vestuario, pero es cierto: «El equipo te hace bueno y el equipo te hace malo». Para que un rendimiento tenga reconocimiento tiene que ir de la mano de los éxitos del equipo. Por eso quizá mi figura está un poco devaluada: colectivamente las cosas no han salido bien. Pero esto es así, igual que uno crece de la mano de un equipo, también empequeñece de su mano. Luego si tengo que buscar un momento concreto en que piense que pude haber hecho más, siempre me quedará el partido de Mallorca. Y ahí te hablo a título personal, sin referirme a las consecuencias que podría haber tenido para el club o para mí carrera el haber subido a Primera. Pienso que eso es parte del juego. Pero sí que es un partido al que llegaba en un momento muy bueno y no tuve la concentración y el saber estar necesarios para aquel partido. Lo he visto más de una vez y ahora me sirve para tener presente una versión mía que no quiero volver a mostrar.

—El Deportivo será otra vez un elemento extraño en la categoría. La alusión a la historia es constante en cada jugador que llega al club. ¿Cuánto pesa después?

—Es más un asunto del momento que del propio club. En todos los equipos en los que he estado alguien te menciona su historia, te recuerda que estás en una plaza grande y que no cualquiera vale. Porque hay pocos que en la época actual atraviesen su mejor momento, así que siempre habrá un referente en el pasado. A partir de ahí no creo que A Coruña sea una plaza que se preste a que las cosas se den mal, es el momento lo que tiene mucho peso. Es difícil conseguir optimismo, una buena palabra, cariño, cuando la situación no se presta. Por eso ahora mismo es un sitio que tiene su complicación.

—A mitad del curso pasado insistía en que este club precisaba estabilidad. De momento, no ha llegado.

—Todos pedimos estabilidad, pero la pedimos para nosotros. Estabilidad, sí, pero antes déjame hacer lo que yo quiero. Conozco a varios de quienes están y sé que su idea es la de paciencia, de pasos humildes hacia delante, de avanzar con cautela. Pero cuando la situación se tuerza, porque es difícil que no ocurra a lo largo de los años, es cuando hay que recordar la idea de estabilidad, de darse tiempo. Porque a mí me da mucha pena que no se haya dado más tiempo a muchos profesionales que considero válidos.

—¿Le sorprendió la salida de Rubén de la Barrera?

—Lo viví con mucha pena. Fue un disparo directo contra esto que estoy diciendo. Tenía la sensación de que Rubén y el club estaban construyendo algo. Se notaba la sintonía y se percibía que los pasos iban hacia hacer fuerte la figura del entrenador y yo creo mucho en eso. Además estaba la ventaja del tiempo, se sabía en qué categoría íbamos a estar con mucha antelación. Todo el mundo había bajado a la tierra, además, éramos conscientes de dónde estábamos. Se percibían muchas cosas buenas. Y luego está el cariño que yo le tenía a Rubén. No fue una buena noticia.

—¿Y el ERE? ¿Le pilló por sorpresa o influyó algo en su salida?

—Antes de que se hiciera oficial hubo alguna noticia al respecto hablando de la posibilidad. Pensaba que la situación no se iba a dar, pero al escuchar hablar de ella te pones alerta, porque a alguien se le está pasando por la cabeza. Desde luego, no ha influido nada en mi salida. Me ha pillado de sorpresa, una mala sorpresa.

—De nuevo, ya desde fuera, ¿qué opinión le merece?

—Tengo excompañeros que seguramente se vean envueltos en esto y me da pena por ellos; muchos están realmente implicados y tenían la ilusión de revertir su situación. Pero, sinceramente, me da más pena por el club, porque le tengo mucho cariño, llevo varios años ahí y uno se acaba involucrando y sintiendo el proyecto, conociendo al personal, a los chavales que vienen desde abajo... Y creo que este proceso al que más perjudica es al propio club. Sin ser ningún especialista en esto, pienso que sale mucho más rentable mirar a medio plazo y asumir ahora ciertas pérdidas para ganar después. Porque la imagen, la marca, es algo que sí elige el club. Así que ojalá esto se resuelva llegando a acuerdos buenos para las dos partes.

—Se perdieron dos categorías en tres años y no se pudo recuperar ninguna en el cuarto. ¿Cuál ha sido el impacto de algo así en el vestuario? ¿Se ha hecho muy difícil el día a día?

—Nada se ha salido de lo normal. No ha habido salidas de tono y el respeto a los entrenadores ha sido absoluto. A veces es cierto que se dan grupos en los que dices «cómo no íbamos a tener éxito con este vestuario», pero normalmente es el éxito el que mejora el vestuario y no al revés. Creo mucho en el peso del vestuario y como entrenador tengo claro que buscaría ciertos perfiles, pero también estoy seguro de que en la mayoría de las ocasiones el rendimiento tiene más peso que los grupos.

—La crisis del club ha alcanzado también al Deportivo Abanca. Lo vio nacer y ahora ha sido testigo del paso atrás. ¿Qué futuro le augura al equipo y al fútbol femenino?

—Ver gente con camisetas de jugadoras, ver jugadoras que pueden tener la ilusión de que el fútbol sea su profesión... Hay mucho por hacer claro, mi mujer ha jugado toda la vida al fútbol y algo conozco de eso. Toda mejora que se haga no va a sobrar, pero algo están haciendo ellas bien para conseguir más seguimiento, que eso genere patrocinios, más noticias y más historias… Al final, el fútbol se sigue por las historias que genera. Lo importante es el seguimiento. El equipo femenino del Dépor ha ayudado a proyectar la imagen del club, la labor es importante.

—La única alegría de la temporada ha venido de la base. Ha tenido contacto directo con la cantera del club, como espectador y también como técnico ¿Cómo valora el trabajo que se está haciendo?

—Es paradójico que siempre hablemos de que en cantera la formación tiene que estar por encima de los resultados, pero luego tiene que ser un título el que acabe de poner en valor a los jugadores de la base. A partir de ahí, atendiendo a lo que yo he vivido, también en primera persona, considero que en el Dépor se trabaja bien la cantera, se le ponen mimo y medios. Pero creo que nos equivocamos al hablar de cantera como un todo. La cantera son jugadores y cada jugador es un mundo. La cantera es un término que se utiliza mucho, pero que en realidad no significa nada. Porque cada uno que forma parte de ella tiene unas condiciones y requiere de unas condiciones distintas del otro para triunfar. Hay futbolistas que van a estar listos a los 18 años y otros a los 25. ¿Dónde está la fórmula del éxito? En acertar en cada proceso. En cada uno. Individual. Saber a quién hay que dar continuidad en el primer equipo, a quién hay que poner en segundo plano para que crezca, a quién hay que buscar una cesión… El éxito viene del acierto, de que quienes trabajen con esos jugadores tengan el talento para distinguir qué conviene. No conozco ningún club del mundo que rechace la idea de darle importancia a su cantera, porque va a ser siempre beneficioso, pero a partir de ahí lo que hay que medir es cada caso. Y en el juvenil del Dépor hay grandes proyectos de futbolista, ojalá se acierte con cada uno. Y como con ellos, con muchos otros canteranos que no están ahora en primer plano, pero que siguen perteneciendo al club y tienen condiciones para llegar si se les ayuda.

—¿Cómo ha evolucionado la relación entre novatos y veteranos? ¿Ha percibido una desafección por el fútbol?

—La evolución más grande que he notado está en las jerarquías. Antes eran terribles. Y te hablo de mí, pero eso lo decían ya quienes tienen diez años más que yo. Los jóvenes siempre callados, que estaban ahí prácticamente para cargar porterías, los galones del veterano… Me parece que el fútbol se ha igualado en cuanto a trato, aunque ahí también habría que pedirle la opinión a un chaval. Para mí eso es muy bueno. A partir de ahí, a los chavales les sigue gustando el fútbol. Escucho decir que no, pero eso lo dice gente que no va a los parques. Acércate a los parques y verás a niños encantados jugando al fútbol. Esto sigue yendo de que los chavales retiren a los mayores, y ahora en el Dépor lo van sintiendo como algo posible. Tienen los casos de Villares, Expósito, Caballo, Mujaid, Valín, Gandoy, Adri… Gente que ha sido titular, que está ganando dinero con el fútbol, que se ha hecho jugador en el Dépor. Eso va a ayudar a convencer a chavales a que apuesten por ese club en lugar de otro, porque verán que tienen una opción real de crecer ahí.

—¿Y en su caso? ¿Con los años ha perdido algo de ilusión por el deporte del que vive?

—A mí me encanta este juego, aunque no sepa si me gusta el fútbol. Me encanta el juego. De ahí mi ilusión por meterme en el mundo de los banquillos algún día. El juego me lo tomo muy en serio y creo que así tiene que ser. A veces parece que lo menos importante en el mundo del fútbol es el propio juego. A mí nada, ninguna situación, ninguna derrota, me va a quitar las ganas de entrenar, ni mi pasión por este juego. Siento que es mi mundo, que es algo mágico.

—Lleva trece temporadas como profesional de este mundo. ¿Con qué y con quiénes se queda?

—El momento más bonito de mi carrera fue el ascenso a Segunda con el Eibar, en Hospitalet. A partir de ahí, me cuesta individualizar. He tenido muchos entrenadores y compañeros y me gustaría ser cariñoso con varios de ellos. Puedo decir que Gaizka Garitano fue un gran impulso en mi carrera, alguien que me tuvo fe ciega hasta cuando yo no me la tenía. Con Ernesto Valverde fue ver un entrenador y decir: «Quiero ser como él». Y luego puedo hablar de este último año y contar que me voy con la gran pena de haber tenido dos entrenadores con los que me habría gustado estar la temporada completa. Tengo la sensación de que tanto con uno como con otro… Tanto con Fernando, con quien mi relación es de admiración muy grande y considero que con paciencia se hubieran conseguido objetivos mayores. Como con Rubén, con su energía y su preparación de todo. Me gusta que me haya entrenado a estas alturas de mi carrera, que es cuando más te vas fijando en los entrenadores. El período de transición, el cambio, fue lo peor para el equipo.