Coincidí por primera vez con Juan en Cornellá. Yo era el segundo entrenador mientras que él comenzaba en la Secretaría Técnica, y quizá nuestro rol un tanto secundario en ese momento ayudó a que la relación pudiera ser más cercana; siempre, a través del fútbol. Nunca había conocido a alguien que viera tantos partidos, cualquier cosa que le pudieras contar ya la sabía. Le comentabas algún detalle de encuentros que no tenían que ver con nuestro grupo y te dabas cuenta de que él ya lo tenía en la cabeza. Desde el principio resulta evidente que estás ante alguien entregado al cien por cien a su trabajo, y que disfruta haciéndolo. Era imposible pillarle en nada porque dominaba completamente la categoría.
Después se produjo el salto profesional para ambos: yo pasé a dirigir el equipo y él a asumir la confección de plantilla. La dinámica no cambió porque cualquier entrenador se dará cuenta enseguida de que Juan entiende este deporte, y lo entiende por encima de su dominio del mercado de fichajes o de su conocimiento acerca de las cualidades de los jugadores, sabe descifrar planteamientos, hace lecturas de partido que al técnico le resultan muy útiles como feedback. Si le preguntas por un aspecto concreto de lo que ha sucedido en el campo, su respuesta te dará información útil. Comprende el mundo del fútbol, desde un contracto a cualquier acción táctica; siempre pensé que duraría poco en un club modesto en cuanto a recursos como el Cornellá.
El contacto no se ha perdido porque además de un profesional muy cualificado, hay en él una gran persona. Antepone el bien del equipo, de los trabajadores, de los jugadores... Sabe ser cercano sin cruzar las barreras propias de la labor de cada uno y eso genera confianza. No se pierde un entrenamiento, acepta dar su opinión si se la pides, se brinda a escuchar tu plan de partido y a reflexionar sobre él mismo, pero nunca pretenderá condicionarte ni le escucharás un «te lo dije» si algo no funciona. Es esencialmente constructivo, alguien para aprovechar. Quizá su gran virtud sea esa: siempre sabe cuál es su sitio, encuentra el punto de equilibrio. A la hora de confeccionar plantillas, ofrece opciones, distintas alternativas según lo que se le pide y ve necesario; a partir de ahí, de ese abanico que abre con referencias muy detalladas, es el turno del entrenador. Si en cincuenta jugadores no hay acuerdo, te va a buscar el número 51 y le echará el tiempo que necesite hasta encontrarlo.
Xavi Calm es entrenador del At. Baleares