
Brillante ante el Dínamo, está de vuelta tras superar un calvario de seis meses, con tres lesiones y dos positivos en covid, uno de los cuales le hizo perder cuatro kilos y lo tuvo encamado 15 días
11 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.En un grupo de jugadores en el que se lucían Noel, Trilli, Dani Barcia, Hugo Novoa y Álvaro Carreras, entre otros, el que acaparaba muchos de los trofeos a mejor jugador de los torneos a los que iban era otro. Un chaval bajito, zurdo, que tocaba el balón como los ángeles. Era Jairo Noriega Figueroa (A Coruña, 2003). El pequeñito de la mejor generación de la historia de Abegondo creció (ahora se acerca a los 1,85 metros) y el pasado curso fue básico para ganar la liga regular en el grupo 1 de la División de Honor juvenil y clasificarse para la Copa de Campeones. Un buen hacer que le valió, además, ganarse un contrato profesional con el Deportivo (hasta el 2024) y una convocatoria con el primer equipo, entonces entrenado por Rubén de la Barrera.
Todo se frenó en Marbella. «Es mala suerte y él entendió que es así. Todo comenzó en la semifinal de la Copa de Campeones. Iba con alguna molestia al partido contra el Real Madrid, pero en el calentamiento terminó de romper. A la vuelta cogió el covid-19 y, aparte, le pegó muy duro. Fueron varios en la expedición los que se contagiaron, pero asintomáticos. Jairo estuvo quince días encamado. Perdió cuatro kilos. Justo le coincidió cuando iba a ir a entrenarse con el primer equipo. Fran lo llamó, pero... No podía. Físicamente estaba muy mermado», explica su padre, Carlos.
Pero ahí no quedó la cosa. «Al incorporarse a los entrenamientos del Fabril tuvo un problema con unas botas nuevas que le provocaron una lesión en el meñique y lo tuvieron todo el mes de agosto sin poder calzarse unas botas. Al volver tuvo otra rotura de fibras y, cuando parecía que ya iba a regresar en diciembre, otra vez covid. Muy mala suerte», añade el padre del jugador.
Jairo se encontró, de repente, fuera de los focos, con sus compañeros de promoción triunfando en la Youth League, en la selección española y en el primer equipo. Una situación que a cualquiera le afectaría. «Él tiene una fortaleza mental tremenda. Es un tío muy seguro de sí mismo. No se desmorona fácilmente. Ha estado tranquilo. Además, desde el club lo han tenido todo muy controlado y a él muy mimado. Le decían que estuviera tranquilo, que no pasaba nada. Se portaron muy bien. Especialmente Fran, dándole ánimos para que se recuperara y pudiera jugar cuanto antes con el Juvenil y el Fabril, o entrenarse con el primer equipo. Además vimos que tenían un plan específico para él, que pasaba por ir ganando minutos con el Juvenil e ir entrando poco a poco con el Fabril, con el que entrena todas las mañanas», destaca el padre de Jairo. «Y además yo se lo digo también. Tú disfrutaste de otros premios antes que tus amigos. Ahora es para ellos, pero no pasa nada. Ya será. Y sobre todo porque no es porque no tenga calidad, sino por circunstancias», añade.
Ese plan tenía objetivo. El 9 de febrero. Contra el Celta, en Copa, brilló en los minutos finales y en la prórroga. Ante el Arnoia, con el Fabril, se sacó de la chistera una asistencia genial. Los múltiples aplazamientos de los partidos del filial y del juvenil lo complicaron todo. ¿Llegaría bien ante el Dínamo? La duda estaba ahí, pero la disipó enseguida. Hasta Edu Expósito se rindió ante él en sus redes sociales: «Este Jairo juega mucho...».
«Solo ha tenido un club en su vida: el Deportivo»
Jairo, como Brais Suárez, Hugo Ríos y Dani Barcia, suma once temporadas en el Deportivo. Lleva en el club desde el primer entrenamiento con aquel Benjamín A de Juan Villamisar, al que poco después se incorporó Noel. «Jairo solo ha tenido un club en su vida: el Deportivo. Él estudiaba en el Calasanz, jugó en prebenjamines con su colegio y ya lo fichó el Dépor. Lo llevaba a las siete de la tarde a la Deportienda y me lo devolvían a las diez y pico de la noche. Vivimos en un cuarto sin ascensor y lo tenía que subir en el colo porque llegaba muerto de los entrenamientos en Abegondo. Al principio fue muy duro, pero es su equipo. Él es del Dépor a muerte. Pero bueno, tampoco hay que quejarse porque al fin y al cabo vivimos a 300 metros del estadio y otros venían desde Silleda [Noel] o de Catoira [Hugo Padín]», recuerda Carlos, el padre de Jairo.
Además de Villamisar, que lo recuerda como «uno de los líderes del grupo», ya que «su entendimiento del juego fue muy precoz», otro de los entrenadores que marcó a Jairo fue Jorge Castro, actual coordinador del Calasanz: «Siempre lo tuve en gran estima y tengo ganas de que dé ese último paso. Lo tuve en alevines y era un jugador especial. De esos que es mejor decirle: ‘mira, haz lo que te dé la gana'. Veía y ve cosas en el fútbol que otros no. Tenía una capacidad para quedarse con la pelota muy grande. Siempre la tenía, aunque tuviera rivales encima o estuviera fuera de posición. Siempre estuvo marcado dentro de la generación como futura promesa».
El miércoles, Jairo pudo cumplir un nuevo sueño. Debutar en Riazor, a 300 metros de su casa, en el duelo de la UEFA Youth League contra el Dinamo de Kiev. A las siete de la tarde. A la misma hora que su padre lo acercaba al bus de Abegondo.
