Un Sábado Santo cargado de fútbol me impidió asistir a Riazor a disfrutar de la victoria. La pude seguir por la radio durante el viaje de vuelta de O Carballiño, donde fui una vez más a disfrutar de mi Arenteiro, que ya palpa muy cerca el ascenso a la tercera división del fútbol nacional. Cuando a un fin de semana le acompañan los resultados deportivos de los eventos o partidos que sigues, inicias los lunes con una energía diferente, qué bonito es el deporte.
Había escuchado y leído en todas las crónicas la gran actuación de Lucas Pérez, quería verla con calma desde el sofá, así que con el Másters de Augusta de fondo le di al play. Iban Salvador abrió el marcador con un golazo, una pena que no fuese noticia el gol y sí la celebración, desafortunada a mi parecer, si realmente quiso volver a recordarnos lo que nos hicieron pasar a todo el deportivismo con ese final de temporada que nos apartó del fútbol profesional. Es importante no olvidarlo y recordar que fuimos objeto de una decisión tirana y caciquil por parte del soberano de este negocio. Ahora su hijo ya no maneja el Fuenlabrada y descenderá a la cuarta, mera coincidencia.
Dos asistencias de, caigo a banda, espero el movimiento de mis compañeros, levanto cabeza y se la pongo a Quiles, el que sigue marcando las diferencias y sobre todo de cara a gol, y una falta que nos daba la tranquilidad final. Para algunos suficiente, mientras otros esperan más del 7, lo cierto es que los datos no engañan, ocho goles y queda la traca final. Una pena que en A Malata volvamos a ver un Dépor sin ideas, al menos si sigue esta tónica de partidos fuera de casa, que por lo que puedo intuir no debe de estar preocupando en absoluto al entrenador, ya que en rueda de prensa hizo de trilero para explicarnos a los necios que estamos del otro lado, que las ligas son el cómputo de resultados obtenidos en casa y fuera. En fin.
Ganó Jon Rahm el Másters, y se enfundó la chaqueta verde el día que Seve cumpliría años, qué gran broche final.
