Vaya esto por delante: la no expulsión en la acción de Alberto Quiles es clave para el desarrollo del encuentro. Se produce cuando aún faltaba media hora para la conclusión y con el 1-1 ya en el marcador. Tras poner eso en primer lugar, también es justo señalar que el Deportivo solo dio la sensación de querer ganar el partido decididamente durante el primer cuarto de hora y a partir de ahí solo recuperó el empuje en momentos puntuales.
En esa fase inicial, hiló un par de buenas jugadas y se plantó con cierta frecuencia en campo contrario mientras que el Córdoba no generaba ninguna ocasión clara. La banda izquierda blanquiazul, sin embargo, concedía demasiado. Cuando los de Óscar Cano fueron capaces de unir varios pases, hicieron daño porque al rival le faltaba energía.
El técnico apostó por Arturo en punta, supliendo a Lucas, y el delantero contribuyó a bajar balones en largo y dar continuidad a las acciones. Cumplió en lo que probablemente le había exigido el técnico. Menos acertado me pareció Kuki Zalazar. Retirar a Rubén Díez podía estar en consonancia son sus actuaciones discretas, pero si se hubiera elegido a Olabe, Diego Villares habría podido presionar más arriba, donde suele dar fruto.
Tras el gol, el equipo aguantó bastante bien hasta llegar al descanso, pero a partir de ahí se metió atrás y dio vida al adversario. Antoñito, que dejó varias acciones ofensivas interesantes, no estuvo acertado en la falta que dio origen al empate. Esto se unió al error de Ian Mackay, que midió mal, aunque prefiero a los porteros que se equivocan por valientes. Todo, coronado con el gravísimo desacierto arbitral, deja muy tocado al Dépor, al que probablemente ni siquiera le alcance con un pleno.