Al Dépor le queda mal cuerpo para una promoción

TORRE DE MARATHÓN

CESAR QUIAN

Compite ante el líder, pero se despide del ascenso directo con la afición abucheando al míster, algún jugador señalado y el plantel tocado en el ánimo

07 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Lo hemos intentado todo». Es probable que el problema venga de ahí. Que la frase, perdida entre otras muchas de la rueda de prensa de Óscar Cano, capture la impotencia, y que no haya peor estado para afrontar una promoción. No habría vueltas que darle a las cuatro palabras del míster si se ciñeran al hecho aislado de un duelo con el líder, por mucho que la cita se diera en Riazor. Pero abarcan varias jornadas más allá de la del frustrado homenaje a Arsenio en forma de triunfo rehabilitador. Alcanzan otras sonoras broncas al técnico, que se le ha indigestado a la grada, aunque haya algún hecho aislado que le de la razón.

Kuki Zalazar, por ejemplo, no parece el estorbo que tantos vieron en él, hasta el punto de saludar con silbidos su presencia en banda para calentar. Necesitó el uruguayo de un larguerazo y una exhibición pública de cariño de sus compañeros para reconectar con la afición. Ahora, el foco de la crítica parece trasladado a Rubén Díez. Flojea el centrocampista, disminuido ante su versión previa, anclada en el 2022. No hay más paciencia con el maño, que ante el Alcorcón entretuvo demasiado el cuero para el gusto de la parte ruidosa del gentío; y perdió balones, además. Enseguida se olvidó la hinchada de aquel que viajó de banda a banda para que Raúl Carnero exigiera el paradón de Jesús Ruiz.

El runrún que le acompañó al abandonar el campo ascendió de inmediato cuando variaron los números del cartelón. Rubén no se iba solo; con él se marchaba el 10. Mario Soriano es un chaval fenomenal, de sonrisa perenne, finta endiablada y un disparo lejano capaz al menos de arrancar un «uy». Él si cuenta con el indiscutible favor del respetable, por eso no precisaba el incendio del acelerante de sus gestos de incomprensión.

Negó en alto con la cabeza, capturando la frustración en el vaivén. Luego la tradujo en palabras Raúl: «Estamos decepcionados por el resultado, y tristes. Teníamos la ilusión de brindarle la victoria a Arsenio. El análisis es que no lo conseguimos. No hay más». Sí hay, sí. Al menos tres partidos de fase regular y un play-off.

«No tengo duda de que si toca jugar la promoción la gente va a estar con nosotros y el factor campo se va a notar. Quieren ver al Dépor en Segunda y van a saber dejar a un lado los silbidos para apoyar a muerte», auguraba en zona mixta el lateral.

Tras él compareció Roberto Olabe, convencido de que «este equipo tiene mucha energía y vamos a llegar preparados». Mirando ya al horizonte de junio, para el que además de limpiar mentes hay piernas que recuperar. «Pepe, a ver si vuelve ya; Jaime ha acabado tocado; Antoñito ha pedido el cambio; Trilli no ha podido ser convocado porque ha tenido fiebre durante toda la semana; Lucas ha tenido un corte al final del partido...», registraba el parte de bajas del entrenador.

Un mes de margen para alterar sensaciones, soltar piernas, recuperar el pómulo de Alberto Quiles y obrar el milagro de la conciliación. La plantilla, por si acaso, se declara inmune al divorcio entre Cano y la legión blanquiazul. «Esos temas no nos influyen, estamos con el míster a full y vamos a estarlo hasta final», sostiene Olabe. Y por si nada cambia, aún hay un detalle que agitar: hace un año, Rubén de la Barrera despidió la fase regular entre los silbidos del Carlos Belmonte y se plantó con el viento en contra a jugarse el ascenso en Riazor.