El Deportivo se plantaba en Langreo con la obligación de pasar ronda en la Copa del Rey. El rival, un modesto club de la capital asturiana, milita en la cuarta división del fútbol nacional.
El Arousa de Luisito recibía a un Granada con una dinámica titubeante, una de cal y una de arena, y los de A Lomba en su mejor momento de la temporada. A escasos kilómetros en línea recta, se jugó un Boiro versus Mallorca, como premio a la temporada pasada para los de Barraña.
Todos estos encuentros tuvieron su aquel, por muy diferentes motivos. Abdón Prats firmó un hat-trick y de aquí surge la primera polémica. Cansado de escuchar y leer que hay que tener cierto respeto a los equipos amateur y no intentar un récord de goles en cada partido, digo lo siguiente: la Copa del Rey es una competición oficial y los contratos de los futbolistas profesionales en muchos casos van condicionados a guarismos personales; seguramente que Abdón haya conseguido tres goles le acerca a una posible renovación o un aumento de salario al final de temporada. De ahí la importancia de jugar siempre al 100%.
En Vilagarcía se volvió a sentir el ambiente que tanto caracteriza al conjunto arlequinado. La polémica surgió tras el partido, ya que el guardameta del Granada, a priori, no cumple con los requisitos para poder disputar esta competición. Me consta que la reclamación frente al comité de Competición está en trámite para resolución. Cagada del Granada y gloria para el Arousa. Ojalá vivir de nuevo una noche como la del jueves.
Por último, el Deportivo, reencontrándose con una competición que el año pasado dejó mucho que desear, siendo eliminado por el Guijuelo. Las circunstancias y el momento eran muy parecidos: campo de hierba artificial, rival de categoría inferior y muchas oportunidades para jugadores con menos minutos, incluso fabrilistas. Cuando se mascaba la tragedia, un central, cómo no, esta vez sin ser a balón parado, se inventa un gran gol; control orientado con muy poco tiempo y espacio para ejecutar y golpeo directo a la escuadra. Este gol nos dio alas y, en la prórroga, las agitaron Lucas y Mella para conseguir el segundo y el tercero, respectivamente. Este último, el mejor del partido: un fabrilista, en césped artificial y siendo el más bajito, desenmascaró todos los falsos mitos del fútbol moderno. Porque no hay mejor máxima que el «quien quiere, puede».