El delantero sigue sin marcar después de 14 jornadas con el Deportivo y el pasado domingo ni tan siquiera chutó a puerta en jugada
30 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Aún no ha completado toda una liga desde su regreso soñado del pasado enero al equipo de sus amores. El domingo en la visita al Barcelona B (17.00 horas, TVG-2 y FEF TV) cumplirá 35 encuentros de esta etapa en el Dépor, pero el fútbol de Lucas Pérez (A Coruña, 1988) ha envejecido igual que si cada ocasión fallada arrancase una nueva hoja de su calendario vital, o como si mismamente cada partido se convirtiese en un ochomil que escalar. Tras una temporada pasada en que despreció alguna lesión muscular y una agobiante máscara por seguir jugando, es difícil reconocer ahora a ese jugador con mentalidad de gigante que cambió un cómodo contrato en Primera División por rescatar del barro el escudo que siempre soñó defender. La nefasta trayectoria de su equipo no deja ver a Lucas, sino a un futbolista más de Primera Federación.
El empate del pasado domingo dejó uno de los partidos más pobres del delantero en Riazor, donde ni tan siquiera remató a puerta en jugada. Su único chut, que bien pudo acabar en gol si no hubiera sido por la intervención del portero del Osasuna B, llegó en el minuto 26 en una falta lejana que disparó cerca del palo. También participó en el lance del claro penalti no pitado sobre Villares. Y, ya en el segundo tiempo, el delantero sirvió el córner que Pablo Vázquez remató a bocajarro, y también puso el centro que Adot cabeceó solo en el segundo palo.
Destacado como el mejor pasador de su equipo por toque y voluntad, con cinco asistencias en los 13 goles blanquiazules, llamaron la atención sus decisiones a la hora de buscar permanentemente a sus compañeros, antes que rematar en primera persona para la culminación de dos claros contragolpes en el último cuarto de hora de partido. En ambos, Lucas, zurdo, ocupaba una posición similar, acostado al lado izquierdo del área. A los 77 minutos, tras un espectacular regate de Yeremay en el círculo central, recibió en ventaja para lanzarse hacia la portería visitante, pero su carrera finalizó con un centro al segundo palo que ni siquiera acabó en remate. Cuando acababa de cumplirse el 90, otra vez el canterano lo buscó a la carrera y, de nuevo en ventaja en el área, prefirió centrar atrás con el mismo resultado que la anterior ocasión: el despeje de la defensa del Osasuna B.
Expulsión y derrotas
La dramática situación del equipo coruñés, en la peor clasificación de su centenaria historia, pone en entredicho el trabajo de Imanol Idiakez, al tiempo que desnuda el pobre rendimiento de sus jugadores, empezando por aquellos llamados a portar el estandarte blanquiazul. Su expulsión frente al Teruel costó al coruñés dos partidos de suspensión y, a su regreso, el Deportivo enlazó dos derrotas consecutivas. La primera ocurrió en los instantes finales en Fuenlabrada, donde a su buen partido solo le faltó el gol, y la segunda, muy dolorosa, llegó en casa contra el filial del Celta.
Como cualquier delantero que necesita el alimento de sus goles, Lucas Pérez pasó página en la Copa a su sequía ante la portería rival. Marcó en la prórroga frente al Covadonga, pero luego llegó el desplome colectivo de Irún y la bofetada de Tarazona, donde el 7 marró al menos tres claras ocasiones. Todas hubieran entrado cuando el delantero reabrió de par en par las puertas de Riazor. El próximo domingo, aunque sea para jugar contra el filial y en el estadio Johan Cruyff, Lucas vuelve a Barcelona, donde en la última jornada del 2015 marcó para la permanencia en Primera División que hizo estallar de felicidad a todo el deportivismo. Ahora le toca explotar a él.