Jorge Martínez-Losa, nuevo fichaje del Fabril: «Llegará el día en el que vengan bien dadas y tenga algo de suerte»

Iván Antelo A CORUÑA

TORRE DE MARATHÓN

MARCOS MÍGUEZ

Viene de un infierno: «Debido al daño que tenía en la rodilla al romperme por segunda vez, me hicieron una operación con ligamentos de donante, pero uno de esos no lo acepté»

20 ene 2024 . Actualizado a las 23:25 h.

Jorge Martínez-Losa (Arnedo, 1999) es el segundo fichaje del Fabril. Un delantero de otra categoría, que llega al filial con el fin de reengancharse al fútbol, tras vivir un infierno de graves lesiones que han lastrado su carrera. Formado en la Real Sociedad, esta tarde (16 horas) vivirá desde casa la visita del filial al Rayo Cantabria. Su objetivo: ponerse a tono lo antes posible.

—¿Por qué se le dio por el fútbol?

—Como muchos niños, me gustaba jugar con la pelota. Cuando era pequeño, estaba siempre con ella para arriba y para abajo. Así que me apunté en la escuela de fútbol de mi pueblo, en Arnedo, La Rioja, y fue como empecé. Con mis amigos y con los compañeros del colegio hasta los once años.

—La Real Sociedad se cruzó en su vida. ¿Cómo fue la captación? Es una cantera referente en España.

—Cuando tenía siete años, ya se habían puesto en contacto conmigo. Lo que pasa es que la Real Sociedad no tiene alevines. Lo que hace es ir reclutando a chicos por su entorno, por Navarra, Guipúzcoa, Álava o La Rioja, para llevarlos a competir con ellos en los diferentes torneos de fútbol 8 en los que participa. A partir de esos campeonatos en los que va viendo a los niños va haciendo lo que será la selección del futuro equipo infantil, que ya sí participa en ligas como Real Sociedad. Así fue como entré yo también y, con once años, tuve la suerte de iniciar mi carrera allí con ellos.

—¿Cómo gestionó lo de irse a la Real siendo tan pequeño?

—Buah... La verdad es que aún hoy recuerdo ese momento en el que mis padres me lo dijeron. Lo viví con una ilusión muy grande, con muchísima alegría, pero siendo también consciente de que me quedaba mucho para poder llegar a ser futbolista. Para mis padres también fue duro ver que yo me iba a ir de casa siendo tan joven, pero al final lo tomamos bien porque era algo que yo quería hacer. Así que no me arrepiento de nada.

—¿Lo metieron en una residencia?

—La Real lo que hace con los chicos que somos más de fuera, o, al menos era lo que hacía entonces, era mantener a los chicos en sus localidades de origen durante los dos primeros años de infantiles. Hacía que trabajásemos durante la semana en los centros de tecnificación que tiene repartidos por las diferentes provincias, a mí me tocaba ir al de Villamediana, y los viernes venía un taxi a recogerme. Hacíamos ruta recogiendo a otros chicos para hacer un entrenamiento en Zubieta y jugar el fin de semana. Luego, tras el partido, otra vez de vuelta. Así fueron mis dos primeros años hasta que ya en cadetes sí di el salto, me fui a la residencia, y comencé una nueva vida junto al resto de jugadores.

—¿Dónde está la clave del éxito de la Real para que luego lleguen tantos canteranos al primer equipo?

—En que el jugador que pasa por Zubieta está allí, de media, unos siete u ocho años. Eso hace que, en el momento de llegar al primer equipo, el futbolista esté más que preparado. Está empapado de la metodología de la Real y de su forma de jugar. Tener esa paciencia con los jugadores es la clave. Saber que, en un momento u otro, cada uno de ellos acabará explotando. Y luego ya todo depende de tener la suerte de estar en el momento adecuado para poder ofrecer lo tuyo.

—A usted lo entrenaron Imanol Alguacil y Xabi Alonso.

—Y no solo ellos. He tenido la suerte de estar con grandes entrenadores y de todos he aprendido algo. Son cosas que en el día de mañana podré contar, que he estado compartiendo vestuario con ellos. Imanol y Xabi son personas normales, que viven el fútbol al extremo. Les encanta trabajar mucho, lo viven con una pasión increíble, y entienden lo que significa entrenar. Comprenden al jugador y entienden lo que es el club, así que la oportunidad de Real les vino a ambos como anillo al dedo.

—Lo más duro habrá sido salir.

—Yo venía de tener mi primera lesión importante y además coincidió con la época del covid, así que estuve más tiempo del habitual sin jugar. En una cantera siempre hay más jugadores que vienen apretando desde atrás y, si tienen la oportunidad y la aprovechan, se quedan. Y eso fue un poco lo que pasó. Llevaba mucho tiempo sin jugar y solo tenía en la cabeza salir y reivindicarme.

—¿Cómo fue esa etapa de sus dos lesiones graves?

—Tuve dos fuertes. La primera fue en el 2019, en la rodilla izquierda, y fue un shock. Lo que tú tienes en la cabeza es que esas cosas nunca te van a pasar a ti. Así que cuando te llega... Yo estaba en un gran club y eso me ayudó a hacer una buena recuperación y a estar a un nivel muy alto hasta la segunda rotura. Esa fue ya en el 2022, jugando con el Calahorra en Primera RFEF. Fui fortuita. Yo fui a rematar a gol y el portero del equipo contrario no pudo frenar y cayó encima de mí, con la mala suerte de que me hizo una buena avería en la rodilla. Ahí, debido al daño que tenía en la articulación, decidieron hacerme una operación con ligamentos de donante, pero uno de ellos no lo acepté y tuve que volverme a operar al año siguiente. Fueron mis peores momentos. En los que peor lo he pasado.

—Está, por lo que me dice, reconectándose al fútbol.

—Sí... Yo soy de los que piensa que el fútbol se lleva dentro. Sé el jugador que soy y lo que puedo llegar a dar. Nunca he perdido la ilusión por seguir jugando y por hacer las cosas bien, entrenando al máximo y mejorando los aspectos que pueda. Habrá un día en el que me vengan bien dadas y tenga algo de suerte. Ese día estaré para decir: «¡Eh, aquí estoy yo; no me he ido!».

«Crecí de golpe en el segundo año de juveniles hasta llegar al 1,96»

Jorge quiere ir con calma: «No puedo pasar del 0 al 100».

—¿Nunca se le dio por hacer otro deporte con lo alto que es?

—Cuando era infantil era de los más altos, pero luego me quedé pequeñito. Fue en el segundo año de juveniles en el que pegué un buen estirón y crecí de golpe hasta lo que estoy ahora, en 1,96. Pero bueno, siempre he tenido claro que lo mío era el fútbol, que es lo que más me gusta.

—Un estirón así supongo que también le afectó a nivel físico.

—Sí, también fueron momentos complicados porque, normalmente, el hueso crece antes que el músculo. Así que los tendones sufrieron y tuve problemas en los rotulianos. La suerte fue que en la Real tuvieron paciencia conmigo hasta conseguir cuadrar todo, hasta que me encontré como había estado siempre, y ahora ya muy bien. Agradezco esa paciencia que tuvieron para volver a coordinarme.

—¿Cómo fue el fichaje?

—Como decía antes, vengo de dos años bastante malos con las operaciones y la reconstrucción del ligamento por el tema de la plastia rota. En el Atlético Baleares no estaba teniendo la continuidad que yo quería y Albert Gil me transmitió que el Deportivo quería ir con tranquilidad conmigo y, al mismo tiempo, recuperar a un jugador al que habían seguido durante años y que saben lo que puede dar. Eso es muy importante para mí, porque al final también voy a una estructura de club de Primera División en la que pueden ponerme a tono. De paso, yo podré ayudarles a ellos a mantenerse en Segunda RFEF al Fabril y quién sabe si algo más.

—Firma con opción a dos años más con el primer equipo.

—Sí, es algo que está ahí, pero ahora no pienso en ello. Si algún día sale es porque lo hago bien en el Fabril y porque puedo jugar minutos buenos y de calidad con ellos. No se puede pasar del 0 al 100 en poco tiempo porque llevo bastante sin jugar. Estoy en el lugar correcto para hacer un buen despegue.

—Es un perfil diferente de ariete.

—Sí, no hay muchos nueves como yo, hoy en día, que sean así altos y que jueguen de referencia. Así que creo que puedo aportarles otro tipo de fútbol, en un momento determinado.