El cuarto doblete del canario a las órdenes de Óscar Gilsanz confirma su capacidad anotadora y una fenomenal interpretación del juego colectivo
02 nov 2024 . Actualizado a las 21:36 h.Hay un momento, perdido en el segundo tiempo, en el que Yeremay recibe el cuero en campo propio, decide que la contra es viable y echa a correr. Rebasada la divisoria, cuando parece contar con ventaja, se detiene y espera, consciente de que la acción no da para más. La jugada se diluye de vuelta en el carril central, camuflada entre las grandes ocasiones del 1-5 al Cartagena, pero delata, como varias de las que tuvieron final feliz, la notable capacidad de lectura de juego del canario. Frente a la tentación del regate para quien llegó a figurar entre los mejores dribladores del continente, la madurez de saber frenar.
Yeremay pasa los partidos descartando manos, como lo que es: un jugador profesional. Ante el colista eligió siempre bien, acertando con el momento y el lugar. A tres metros de Martín Aguirregabiria, por ejemplo; facilitando el arrastre de centrales de Lucas Pérez y llegando a tiempo al punto de penalti para cazar el pase atrás de David Mella e inaugurar desde allí el marcador.
Minutos más tarde, volvió a entender a dónde llevaba el movimiento de su socio de Monelos, y cuando este le abrió un hueco, amagó el disparo, se lanzó hacia la línea de fondo y centró con la izquierda hacia Barbero. El ariete no logró domar el cuero para enviarlo a la red.
Al filo del descanso, reincidió en la conexión con el 9. Recibió de Villares, se giró y tiró una pared con el almeriense para salir en conducción, desbordando sucesivamente a Sipcic, Olivas y Alcalá. Nuevo intento de asistencia; este, abortado por un rival.
Y agotado el intermedio, reanudó el recital. Lucas, en profundidad; amago de Yere para desequilibrar a Alcalá y fortaleza para no ceder al agarrón del central. Paciencia para esperar la incorporación de Rafa Obrador y otra vez la intuición que le permite anticipar dónde servirá la bola el lateral. Falla la puntería, pero lo arregla Barbero, haciendo a puerta vacía el 0-3.
En el 80, deja un control acrobático y una doble asociación con Christian Herrera y Lucas, trenzando una jugada que muere en el mano a mano del ex jugador del Las Palmas; autor del 1-4 minutos después. Y en él asoma, claro, el portador del 10. Ha guardado fuerzas para otra arrancada de fe. La que le dice que el despeje de Petxarroman en el córner lanzado por el Cartagena no se perderá tras la cal. Alcanza el balón, llega con él al área de Cuñat, despide a Mini con un taconazo e, inexplicablemente, centra mal. Una pifia del meta en el despeje permite a Herrera anotar.
De inmediato, la guinda de otro doblete; ejemplo de desmarque y definición. A pares, como al Val Miñor, el Ural o el Somozas, durante aquel aleccionador pasado bajo el ala de Óscar Gilsanz. La versión del reencuentro es más fuerte, más resistente y decide bien. Durante estos años separados, Yeremay ha aprendido a leer.