A medida que pasan partidos, percibo cómo se agravan las carencias que tiene el Dépor. Esta percepción se acentúa en la parcela del centro del campo. Por ahí, el conjunto blanquiazul se rompe y ese me parece un contratiempo más serio que el de la falta de gol o la ocasional ausencia de contundencia defensiva.
Lo que realmente falta, a mi entender, es fútbol para sacar la pelota desde atrás. Esto le concede un excesivo protagonismo al rival, que acaba por imponer su propuesta. No asoman tampoco en la plantilla jugadores que puedan solventar la carencia. Nuke Mfulu no está para mover al equipo y Diego Villares todavía anda inmerso en el proceso de adaptación a la nueva categoría.
Esto repercute en posiciones más adelantadas. Lucas Pérez, Mario Soriano y, en menor medida, David Mella y Yeremay se ven obligados a alejarse de las zonas en las que tienen mayor impacto. Entre todos ellos, es el madrileño quien se ha visto más afectado, cambiando de posición sin pasar apenas tiempo en la que mejor le encaja y que está asignada a Lucas. Así, ese segundo frente de ataque debería ser diferencial, pero aún rinde por debajo de su nivel.
Óscar Gilsanz asume menos riesgos, sin que a cambio el equipo deje de partirse por el mismo lugar en que lo hacía con Imanol Idiakez. Frente al Sporting de Gijón, sin Dani Barcia y su capacidad de desplazamiento en largo, las dificultades crecieron.
Tras el cambio de entrenador, resulta obvio que el lastre viene de la composición de la plantilla. El mercado de invierno facilitará otra posibilidad de arreglarlo.