Repitió como mediapunta, cuajó otro encuentro de alta precisión y cerró la celebración del gol besando el escudo del Dépor en pleno mercado invernal
19 ene 2025 . Actualizado a las 19:52 h.Le entregó la pelota a José Ángel y partió al trote hacia el área rival. El gol aún tardaría doce segundos en materializarse, tres pases después, pero ese envío que inició la acción plasmaba el cambio de rol del autor. De nuevo en su posición natural. «Me encuentro muy bien entre líneas, recibiendo, yendo adelante», reflexionó en la zona mixta de La Rosaleda. Sobre el césped había asistido a Yeremay. Del 21 al 10 que heredó su número, el que suele identificar al mediapunta, un especialista en constante peligro de extinción.
A nadie en el Deportivo le encaja mejor el perfil del enganche: menudo, veloz en el giro, certero en la entrega y aceptable rematador. Ya ha marcado tantas veces como en todo el curso anterior. El que pasó prestado en el Eibar, adaptándose al fútbol profesional. Su tercera diana esta campaña valió tres puntos y consolidó su condición de enlace entre esa medular que frecuentemente ha ocupado desde el regreso y el ariete que ya entrañaba Lucas Pérez, principal motivo del traslado de Mario Soriano a la divisoria durante su segunda etapa en blanquiazul.
El de Monelos también crece a espaldas del delantero, explotando distintas virtudes, para alimentar un debate sobre qué tipo de futbolista encaja mejor a esa altura del esquema de Óscar Gilsanz. El técnico ha estrenado el 2025 fiando al músculo el control de la divisoria y abriendo por delante el espacio a la imaginación. La de Soriano cuajó en 37 pases sobre El Plantío —33 buenos; es el atacante más preciso en la categoría— y el gol. Un tanto que aleja al Dépor de la zona delicada y acerca a Mario a la redención. En pleno mercado de invierno, con el futuro de muchos en el aire, él concluyó la celebración del Joker, se tocó varias veces el escudo de la camiseta y lo besó.
Tiene contrato hasta el 2028 y estatus de imprescindible, más allá del punto de partida. Con el entrenador betanceiro al frente, siempre ha sido titular. Por décima vez, en Burgos, donde se movió huyendo de la sombra que helaba el césped bajo los pies. En la banda izquierda, la más soleada del segundo tiempo, se juntó a Yeremay, recibió el cuero y se lo entregó a José Ángel. De allí se dirigió al lugar donde es más feliz; tenía preparada una declaración de amor.