Leer o no leer

ARMANDO G. FREIRÍA

VIGO

CUARTO OSCURO | O |

14 may 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

BOMBA DE destrucción masiva. Este parece ser el efecto que temen gran parte de los ciudadanos que produzca la lectura de un libro- ¡uno tan sólo ¡- sobre sus neuronas. Ya se sabe aquello de que el músculo que no se usa, se atrofia. En las fechas próximas a la celebración del Día del Libro, se nos ofrecen estudios sobre los índices de lectura de los españoles y, año tras año, resultan igual de desalentadores. No voy a incidir, ¿para qué?. Total, aquellos que leen ya están afectos a la causa y, quienes lo más cerca que estuvieron de unas hojas encuadernadas lo fueron de su partida de nacimiento, no me leerán. Resulta gravosa la pérdida de tiempo. Ahora bien, seguro que sus imaginaciones serían más exactas sí, encerrados en el cuarto de baño con el Interviú, supieran además que la chica de las páginas centrales tiene unas medidas exactas de 90-60-90 y fantasea con hombres maduros y calvicie occipital prominente- como la suya.-, que el prospecto médico de esa cápsula alargada con forma amenazadora dice ingiérase por conducto bucal, no anal como precipitadamente acaba de hacer o, por último, que la frase "se evidenciaron signos incompatibles con la vida" que acaba de leer en crónica de sucesos en referencia a un amigo suyo accidentado en un siniestro de moto quiere decir, por concretar, que la ha palmado . No salude pues, a su ahora viuda, con el jocoso «¿dónde está el muerto de tú marido?». Así, aún cuando sean manuales de instrucciones, lean, lean y lean. Que por algo se empieza. Todo es acostumbrarse. Al cabo del tiempo recitarán de memoria Cervantes, Borges, Cortazar, Ana Mª Matute, Rosalía de Castro, Carlos Casares. Así, tal que alineaciones de futbolistas en un equipo mixto que las neuronas, ya se sabe, no distinguen entre sexos.