Reportaje | Distintas estrategias para el mismo final El primer intento del Concello para construir el Auditorio en Beiramar, que no generaba coste para el Ayuntamiento, se vino abajo por la inestabilidad política de la ciudad
24 feb 2005 . Actualizado a las 06:00 h.Entre los años 1997 y 1998, el PP ya concibió un futuro para las ruinas de Casa Mar. El diseño pivotaba sobre el que sería gran auditorio de Vigo, pero la fórmula para materializarlo era diametralmente opuesta a la que luego siguió la siguiente corporación. El proyecto del entonces alcalde, Manuel Pérez, pasaba por que el Auditorio fuese financiado por el Gobierno central y entrase a formar parte de la red estatal. El Concello corría a cargo de la urbanización de la zona (estaba previsto un túnel en Beiramar y aparcamientos en la franja posterior de todo el proyecto). Socios privados tendrían que negociar la concesión de los terrenos con sus propietarios a cambio de que el Concello admitiese un proyecto urbanístico de envergadura en la zona. Hubo dos grandes vías de negociación y una tercera con menos posibilidades de avanzar. En los dos años siguientes, el responsable de la división inmobiliaria del grupo portugués Sonae habló con el Concello para entrar en la operación. Su idea era convertir la zona en un área de ocio con un gran centro comercial. La segunda operación se arbitró con la todopoderosa Warner. Directivos de la firma en España visitaron las instalaciones y recibieron a responsables municipales en Madrid. Warner estudió incluso la instalación en Vigo de los que entonces iban a convertirse en los cines más modernos de España. Estas salas serían el principal atractivo de un gran complejo temático de ocio destinado a toda la familia. En distintas alturas, Warner pretendía construir en Vigo áreas de esparcimiento para la juventud y para los mayores, con zonas de restaurantes y parques infantiles. La tercera vía de negociación se abrió con el empresario José Silveira, interesado en levantar en el recinto un World Trade Center, edificio inteligente destinado a empresas. El régimen de ayudas solicitado al Concello hizo que este proyecto quedase descartado respecto a los dos anteriores. Pero la inestabilidad política que envolvió el final del mandato de Pérez en Vigo terminó centrifugando a los socios privados, temerosos de poner en riesgo una inversión de considerable dimensión. Bajo el mandato del nacionalista Lois Castrillo, el proyecto se retomó con una negociación directa entre el Concello y los propietarios de la concesión (los ex trabajadores de Casa Mar). El Ayuntamiento pagó casi mil millones de las antiguas pesetas para hacerse con la concesión y la Xunta se comprometió a financiar el Auditorio mediante un convenio en el que se especificaba la necesidad de completar la operación con la búsqueda de socios privados que acometerían la urbanización. Hoy, ocho años después, el litigio abierto con el Gobierno sobre la cesión gratuita o no de la parcela complica todavía más una operación que parece gafada por la historia. El auditorio sólo ocuparía un 40% de la actual concesión. Patrimonio ha encargado un informe legal que dirima si es preciso que el Concello indemnice al Estado por la cesión de este suelo. Encima, tal y como está, el proyecto sigue sin atraer a inversores privados.