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Expansión del juego en la transición

Gerardo González Martín

VIGO

En los años setenta, nuestra provincia gastaba en el bingo tanto como Galicia

14 oct 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

El juego del bingo ya no tiene entre los vigueses tantos adeptos, pero hubo tiempos, no demasiado lejanos, en que se llevaba una buena tajada de los bolsillos de muchos ciudadanos. Fue a finales de 1977 cuando nació el bingo en España, novedad importante en el conjunto de juegos de azar autorizados durante la transición.

En 1978, primer año completo de implantación del juego, los pontevedreses gastaron en cartones 1.931 millones de pesetas, de los que la inmensa mayoría correspondía a Vigo. Se situaba en segunda posición A Coruñas, con 1.399 millones de pesetas, y muy lejos ya Ourense y Lugo, con 343 y 297 millones, respectivamente.

Cabe decir que en total Galicia gastaba entonces tanto como el conjunto de otras 15 provincias españolas, y que entre los gallegos, en concreto los pontevedreses dedicaban al bingo casi tanto dinero como todos los habitantes de las otras provincias juntos. Por habitante, los ciudadanos de la provincia de Pontevedra gastaban en el bingo 3.015 pesetas al año, seguidos muy de lejos de los coruñeses, con 1.831 pesetas.

Mercantil

Desde siempre, la sala de bingo que más ha llamado la atención en Vigo ha sido Apetesfra, en la calle de García Barbón, seguida quizá por la situada en la parte alta de la calle de Urzáiz. En su día tuvo gran aceptación, más que por sus instalaciones por los premios que llegó a acumular, el bingo de la rúa de Carral, donde un cliente cantó un especial dotado en torno a 75 millones de pesetas.

Cabe hablar de dos salas especiales, una explotada por el Casino en el desaparecido Teatro García Barbón, que tuvo breve existencia y otra que ocupó también por poco tiempo el salón noble del Círculo Cultural Mercantil e Industrial. Este fue, hasta donde sabemos, la que más protestas provocó entre los socios de la entidad, que consideraban impropio dedicar a bingo un salón tan hermoso como el principal del Mercantil.

En total, en el referido año de 1978, los gallegos nos gastamos en el juego nada menos que 6.185 millones de pesetas. El mayor peso demográfico de la provincia de Pontevedra hacía que A Coruña apareciera con 2.712 millones de consumo y Pontevedra con solo 2.363 millones de pesetas. No obstante, si llevamos la estadística a los datos por persona, los pontevedreses, lo que quiere decir fundamentalmente los vigueses, gastamos 3.799 pesetas por cabeza en lotería y los coruñeses quedaban detrás, con 3.350 pesetas.

En aquellos primeros tiempos de todo tipo de juegos autorizados, sin olvidar las máquinas tragaperras, se desató el afán de jugar, que durante el franquismo había estado limitado a algunos, muy pocos juegos legales.

También en las quinielas, al menos en 1978, el pontevedrés era el gallego que más gastaba por cabeza en las quinielas, con un total de 1.135 pesetas anuales por persona, seguido del coruñés, con 996 pesetas.

De aquellos tiempos que nos ocupan, parece justo destacar en lo que se refiere al juego de azar más novedoso y el que más crecimiento experimentó, a un empresario, Alejandro Fernández Figueroa, que implantó varias de la salas de más éxito en Vigo, empezando por Apetesfra y siguiendo por otras varias, entre las que se encontraba la también citada de la calle de Carral. Es más, emigrado a Brasil, también se ha dedicado allí, entre otros diversos negocios, a fabricar elementos necesarios para las salas de bingo.

En los primeros años de la transición fue impresionante el crecimiento de los juegos de azar. Podemos confirmarlo con los datos relativos a los ingresos líquidos que supusieron para el Tesoro. Es decir, hablamos de la cantidad que llega al Estado después de descontados los premios y las comisiones a intermediarios, y que luego la administración central reparte en varios niveles. Así en total por Lotería Nacional y otras tasas, el Tesoro percibió 49.410 millones de pesetas en 1978, que se convirtieron en 74.410 millones de pesetas al año siguiente. A principios de la década el Estado recibía por este concepto 7.705 millones de pesetas.