José coloca con esmero la última loseta de la calle Camelias. Tapa a la perfección el hueco producido por la excavación para arreglar el último reventón. Este joven se encarga de volver a su estado original las aceras perforadas en busca de las fugas de agua. Él y su compañero tienen mucho trabajo. Son sólo dos para todo Vigo y sobre ellos penden limitaciones horarias.
Antiguamente los obreros trabajaban en ocasiones de noche. Ahora lo más que pueden hacer los empleados de Aqualia es cortar el grifo y esperar a que amanezca para poder abrir el pavimento en busca de la avería. La ordenanza de ruidos no les permite abrir zanjas de noche y, en alguna ocasión, han recibido denuncias por hacer demasiado ruido nocturno. Incluso los obreros han sufrido amenazas personales.
El lunes pasado fue un día con cinco averías de cierto calibre y 27 incidencias menores más en la ciudad. Los ciudadanos afectados fueron 1.200, según los cálculos estimativos de la empresa.
La compañía dispone de un equipo de cincuenta personas que se encargan del mantenimiento. La principal dificultad que se encuentran es que muchas tuberías de la ciudad se encuentran en mal estado porque acumulan más de 30 años. Cuando se rompen son sustituidas por tramos de hierro con protección interior. Aqualia sólo lleva a cabo el mantenimiento la sustitución de tuberías depende del Ayuntamiento.