Pedro Solveira, el esculto-pintor que sisaba el azulete a su madre

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

18 abr 2009 . Actualizado a las 02:19 h.

Son las que tiene el libro-catálogo que, rodeado de amigos, presentó el jueves en el Marco. Son tantos los afectos que aglutina el esculto-pintor (que así ha sido definido en más de una ocasión) que el salón de actos del museo se convirtió durante un rato en el vivo ejemplo del hábitat cotidiano de las sardinas en lata. Con la diferencia de que estas de las que hablo eran apreturas gustosas.

Allí estaban Antonio Landesa Miramontes (que ejerció de presentador), Macamen Blanco (de la que recordó aquel día tan especial en Madrid que, en compañía de su marido Pepe Bar, fueron a hacer lo que se presumía una breve visita a Carlos Areán y cuando se dieron cuenta habían pasado 24 horas), Carlos Valle, Manuel Sanjurjo, Ramón Búa, Andrés García Picher, Luis Espada, Nemesio Barxa, Maribel Collazo, Maite Fernández, Alicia Garrido, Carmela Arbones, Domingo Villar, Jesús Bahíllo, Carlos Núñez... Y, por supuesto, Corina Porro.

Lo de «por supuesto» se debe a que, en buena medida, fue la artífice de la parte logística del libro-catálogo. Según contó el propio Solveira, fue un amigo el que le aconsejó que, si quería que la Diputación le publicara la obra fuera a ver a Corina. Y aceptó el consejo. Explicó que la ex vicepresidenta de la casa provincial le envolvió con esa sonrisa que tan bien conocemos los vigueses. Vino a afirmar que «es una engañadora», porque mientras estuvo en su despacho llegó al convencimiento de que había llegado la primavera. La lluvia torrencial que caía cuando lo abandonó le devolvió de nuevo al invierno. Pero no le importó el chaparrón porque Corina le había dicho la frase mágica: «Déjalo de mi cuenta», que Solveira tradujo por «está hecho». Y así fue.

El libro es un compendio de fotografías de su vasta obra y de antiguas y nuevas críticas (poemas incluidos), entre otros, firmadas por Ramón Faraldo, Fernando Elorrieta, Carlos Areán, Francisco Pablos y Rosendo García. De la pincelada biográfica se encargó Marta Filgueira.

Gracias a ella nos enteramos (hablo por una servidora) de que en la vocación de Solveira tuvo mucho que ver con el trabajo de su padre, mecánico de profesión. Las herramientas de éste terminaron por convertirse en los mejores juguetes del pequeño Pedro.

La precariedad económica de la familia le dificultaba el acceso a los lápices de colores, las acuarelas..., así es que puso a funcionar el ingenio y descubrió un mundo de posibilidades en la cocina: azafrán, hierbas aromáticas..., amén de entre los productos que Nieves Collazo, su madre, empleaba para hacer la colada. Su favorito era el azulete, aquellas pastillas de añil con las que las madres de los 40, los 50, los 60 y hasta los 70, aclaraban las sábanas después de tenerlas varias horas al clareo. Por más celo con el que Nieves guardase las pastillas en cuestión, siempre daba con ellas y se las sisaba a hurtadillas.

Han pasado muchos años desde aquel despertar vocacional en su Teis natal. Ahora se afana en su privilegiado estudio de Camposancos con vistas al océano, en rematar algunas de las obras de su próxima exposición. Landesa explicó por qué aquella zona fronteriza le convertía en un autor tan especial: «Contempla cada día como las olas del Atlántico se comen a las aguas mansas del Miño en una especie de coito». Es una forma de verlo.

Es uno de los objetivos de la celebración del Día Internacional de los Gitanos, jornada institucionalizada hace 38 años. Al principio, pasaba bastante desapercibida, pero actualmente se conmemora en países de los cinco continentes.

Con tal motivo, en Vigo se ha elaborado un amplio programa que arrancó el pasado 30 de marzo con una exposición y que tuvo continuidad ayer con la ya tradicional ofrenda floral en el Lagares. Con el fin de propiciar un mayor acercamiento, se programó también un partido payos-gitanos, en el que es difícil explicar quién ganó. Más que nada porque en los dos equipos se apostó por el mestizaje, esto es, la contienda no enfrentaba a payos contra gitanos, sino a payos y gitanos contra gitanos y payos.

La bodega Rosaleira se ha sumado al proyecto, nacido en 1992. A partir de ahora se compromete (ya lo hacía) a transmitir el vino como parte del patrimonio cultural nacional, difundir su consumo ordenado, cualitativo y preferencial y generar más conocimiento sobre el vino. Comparte patronato con otras seis bodegas: Vega Sicilia, Codorníu, Julián Chivite, Muga, Marqués de Riscal y La Rioja Alta. Chin-chin.