«En Vigo ya puse algún 'piercing' en los pezones»

Xulio Vázquez

VIGO

Dice que en los pechos duele mucho más el pinchazo, pero que ninguna se desmayó

28 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Sabe hacerle un agujero en la lengua a cualquiera para que se ponga un pendiente. O dibujarle a alguien un corazón en el pecho. Se gana la vida con el piercing y el tatuaje. Juan Manuel Iozia Orlandoni (31 años) es natural de Santa Fe (capital argentina de esa misma provincia). Hace su trabajo en la tienda Blackbull, en el número 168 de Gran Vía. Lleva dos años viviendo en Vigo.

En Argentina alternaba su actual profesión con la de socorrista, aunque también hacía de monitor en campamentos de verano y en colonias de vacaciones. «Hacía de vigilante en las piscinas y en los balnearios de río. Pero durante todo el año trabajaba de tatuador y anillador», afirma.

Estudió en la escuela de Bellas Artes de Santa Fe. Su vena artística la aplica en los tatuajes. Dice que apenas pinta, porque no le queda tiempo. Antes de llegar aquí, recaló en Madrid, donde pasó tres meses y medio. «Había puesto un anunció en Internet, ofreciéndome para poner piercings y hacer tatuajes. Recibí ofertas de distintos puntos de España, pero me decanté por Galicia, porque me hablaron muy bien de Vigo unos amigos», aclara.

Asegura que la primavera es una buena época para ponerse un piercing . Además tiene una promoción y sale más barato. La gente que más los demanda está entre los 18 y los 35 años, tanto chicos como chicas. «Los menores de edad tienen que presentar un permiso firmado de sus padres y hacerlo en presencia de ellos», señala.

«En Vigo ya puse algún piercing en los pezones. En los pechos duele muchos más el pinchazo, pero ninguna chica se desmayó. Además se aguanta bien, porque uso anestesia», manifiesta. Cobra por ello 35 euros y se trata de ponerles un aro. «Puse más de mil piercings y también superé esa cifra en tatuajes desde que estoy aquí», indica.

Iozia siempre les muestra unos dibujos para que elijan. «En los tatuajes están de moda las letras. El tribal se sigue llevando. Es un dibujo abstracto en negro», argumenta. «Yo me hice seis tatuajes, dos de ellos en Brasil, donde también trabajé en este oficio», puntualiza.

Pone como ejemplo que muchos se están tatuando nombres de sus padres y de sus novias. Recuerda alguna frase, como «pásatelo bien o disfruta al máximo». Y otras de índole religioso: «Solo Él puede juzgarme o nunca camino solo».

Los lugares más comunes para tatuarse guardan relación con la espalda, brazos y piernas, salvo algunas excepciones. «Los animales me los suelen pedir más ellas. Son sobre todo perros y gatos, junto con algún caballo alado», añade. Sin embargo, ya nada es para siempre, dado que se pueden eliminar mediante un láser estético. Recomienda no ponerse el nombre de la novia o del novio porque, después, se enfadan y acuden a borrarlos.

Utiliza pigmentos vegetales. Se trata de tintas homogeneizadas. Aunque se puede escoger cualquier color, suelen decantarse más por el gris y el negro. Cuenta con una licencia para realizar estos trabajos. Además le hacen controles sanitarios periódicos en su estudio. Emplea una máquina demográfica y las agujas son desechables.