Ralf Jung encontró en Vigo la inspiración hace 20 años

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

06 ene 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

A día de hoy el escultor alemán Ralf Jung no se plantea regresar a su Westfalia natal. Llegó a Vigo un día de 1989 y se quedó. Aunque prácticamente desde niño su devoción fue el arte, tuvo otras obligaciones para ganarse los garbanzos. Por ejemplo, practicó voleibol. Precisamente de la mano de ese deporte descubrió la ciudad. «Me gustó y me quedé», explica. Así de fácil.

No pesó menos en esa decisión que «vayas por donde vayas hay siempre una cafetería abierta» y, sobre todo, el hecho de contar con un parque temático de la piedra a tiro de ídem. Dicho material es su debilidad, así es que puede una imaginarse lo que supuso para Ralf descubrir las canteras. De hecho, desde el taller que ha instalado en Herville, muy cerca del alto de San Cosme, puede contemplar las montañas de las que sale la materia prima con la que trabaja cada día. «Uso también otros materiales, pero la piedra es una constante en mi obra», cuenta.

Si como afirma, resulta casi tan difícil vivir de la escultura como del deporte, habrá que concluir que lo de Ralf es puro amor al arte. Es una cualidad que comparte con su mujer, la escritora Milagros Oya. De hecho, firman al unísono su último trabajo, El fracaso, un libro de relatos y poesía ilustrado con la obra escultórica de Jung.

El título ofrece una idea de por dónde van los tiros: «Es una combinación de escultura y literatura que pretende hacernos reflexionar sobre el fracaso, el nuestro y el de los demás, planteándonos preguntas sobre nuestra responsabilidad en el fracaso propio, el ajeno y el social», cuenta.

La idea, explica, empezó a materializarse hace un par de años a propósito de una intervención de Emilio Botín sobre los triunfadores. En las Antípodas, «todos conocemos gente que lo intenta, pero que no la dejan levantar cabeza». A ella está dedicada el libro. «El fracaso podría ser solo un sentimiento si no tuviese rostro», dicen.

Los que sientan curiosidad y quieran saborear un pequeño aperitivo pueden bucear en la página librototal.net. Se encontrarán el plus de poder seguir paso a paso (al galope por momentos) cómo realiza Ralf una de las esculturas que ilustran el libro.

Prueba superada. La cruzada que emprendieron hace justo un año nueve municipios vinculados a la ruta portuguesa de la costa, entre ellos A Guarda, Baiona, Oia y Nigrán, ha dado sus frutos. El denominado Camino Monacal ha acabado haciéndose un hueco en el listado de vías de la Xunta.

La pátina de oficialidad llegó el pasado 31 de diciembre, que fue el día que se plantaron en Santiago ante el Apóstol un grupo de mandatarios y vecinos de la ruta tras una caminata por etapas.

Rafael Louzán, que se sumó a los últimos kilómetros entre Milladoiro y Santiago, fue el encargado de realizar la ofrenda al Santo en nombre del grupo de caminantes. Pidió su intercesión para que la ruta en cuestión se llene de peregrinos. Amén, dijeron José Manuel Domínguez Freitas, Alejandro Rodríguez, Jesús Vázquez Almuíña y Efrén Juanes.

A los alcaldes les va mucho en la apuesta ya que, si salen las cuentas, piensan multiplicar por tres el número de turistas en sus respectivos municipios. Con todo lo que ello implica.

Como los tramos los fueron haciendo a los pocos durante sucesivos fines de semana, y a ritmo lento (la cosa iba de reivindicación no de sofocos), ninguno de los participantes terminó con los pies hechos puré. A los alcaldes les precedieron el pasado mes de julio un grupo de universitarios europeos. Entonces sí se produjo un susto, fruto de un pique entre Caballeo y Celestino Lores. Al final todo acabó bien. Como ahora.