Con precisión de relojero ultiman estos días su plan de viaje Enrique de la Iglesia y José María Dieste, Tigre. Estos dos vigueses, amantes de las motos y de la aventura (no necesariamente en este orden) están a punto de cumplir un sueño largamente acariciado, recorrer la mítica Ruta 66. Como manda la liturgia motera lo harán a lomos de una Harley, en este caso la Electra Glide.
Si no hay volcán que lo impida, pondrán rumbo a Chicago, punto de partida de la Ruta, el próximo 15 de mayo. Y si una vez en tierra firme americana, superan todos los cuestionarios a los que las autoridades someten a los que visitan el país, el día 17 pondrán proa, en este caso manillar, hacia Joliet, primera escala del camino. Vendrán luego, Saint Louis, Carthage, Oklahoma city, Amarillo, Alburquerque, Flagstaff, Williams, Las Vegas y, finalmente, Los Ángeles.
De nuestros dos ruteros, Enrique es el que lleva la moto en las venas. Apenas había cumplido los 16 cuando se hizo con la primera, una Puch que, dice, «era la marca de moda en los 60». Con 17 tuvo una Montesa (Impala Sport 250), «modelo del que se construyeron muy pocas unidades». Y con 18 se compró una Ducati Scramber, que todavía guarda como oro en paño. Con ella hizo hace casi 32 años su primer viaje largo. «Quince horas me llevó llegar a Zaragoza parando solo para comer. Hay que pensar que aquellas carreteras nada tienen que ver con las autopistas de ahora», cuenta.
Enrique es de los que se pega ante la pantalla del televisor en todas las pruebas del Mundial de Motociclismo, salvo las que ha contemplado a pie de pista, que no son pocas: Jerez, Estoril, Montmeló, Cheste, isla de Man, Bélgica... Ni que decir tiene que es uno de los asiduos de Pingüinos, La Bañeza... En la empresa de suministros navales en la que trabaja conocen bien esa afición. Más que nada porque se supone que esa querencia suya por seguir de cerca las motos, le obligará a partir las vacaciones en cachitos.
La situación que pudiera parecer digna de estudio (pero no) es la de José María Dieste, Tigre para los amigos. Y es que este marino jubilado se ha sumado a la aventura como paquete. La palabra clave es precisamente aventura. Durante más de tres décadas navegó por todos los mares del mundo. Entre otros cometidos, ejerció de contramaestre en congeladores de alguna empresa emblemática de la ciudad.
Fue precisamente durante las escalas de sus incontables singladuras cuando aprendió a manejarse en inglés -«no me quedó más remedio», afirma-. Ese inglés, que según Enrique habla de forma especialmente fluida después de tomar un par de cervezas, será el salvoconducto lingüístico de la pareja para moverse por tierras americanas, en las que, al margen de la gran cabalgada motera, tienen la intención de darse la gran panzada de música country, su otra debilidad.
De hecho, si detrás de un cactus o en alguno de esos imposibles bares de carretera (haberlos, haylos), se toparan con una lámpara mágica, el primer deseo que pedirían sería escuchar a Willy Nelson en directo, aunque tuvieran que desviarse cientos de kilómetros.
Lo cierto es que piensan desviarse unos pocos. «Ya que estamos allí, no queremos perdernos la sensación de sobrevolar en helicóptero el Gran Cañón», cuentan. Para tan apetecible desvío han reservado el 24 de mayo. Por si fuera poco, esa noche dormirán en el hotel más antiguo del estado de Arizona, una joya, aseguran.
Siguiendo con el capítulo hotelero, están particularmente felices por haber podido reservar habitación en Los Ángeles en el mismo hotel en el que se hospedaba Janis Joplin aquel 4 de octubre del 70 que se encontró con la muerte.
Responden con un largo suspiro cuando les pido que me hablen de la parte económica del viaje. «No nos vendría mal alguna ayuda», dicen. Lo cierto es que las puertas a las que han llamado, salvo cariños puntuales, han respondido con la conocida letanía de la crisis, así es que no les queda más remedio (salvo agradables sorpresas de última hora) que apretarse el cinturón.
El primer y más importante ahorro ha sido alquilar la Harley (2.090 $), que les está esperando en Chicago y que entregarán en Los Ángeles. Por otra parte, viajan muy ligeros de equipaje. Eso sí, se llevan las 20 camisetas que han encargado para la ocasión. Tampoco faltarán las banderas de España y Galicia. Y, lo más importante, el apoyo de la familia, especialmente de sus hijas.