El arzobispo de Valladolid cumplía el 21 de mayo de 1944 el complejo rito católico de consagración de templos en la nueva iglesia de María Auxiliadora
19 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Cerca de un centenar de personas seguían a la una de la madrugada limpiando el templo de María Auxiliadora para que estuviera en buen estado siete horas después, cuando el arzobispo de Valladolid tenía previsto iniciar el rito de su consagración. Era el 21 de mayo de 1944, un año después de que el templo fuese inaugurado.
La historia de la construcción de esta iglesia fue larga, y se inicia en 1894, cuando llegaron a Vigo los dos primeros salesianos. En aquellos primeros años, la orden religiosa se instaló en el barrio del Areal, al borde mismo de la playa que entonces lucía en la parte oriental de la ciudad. Cuatro años después, los salesianos obtuvieron por donación de Leopoldo Gómez y Moure una finca en el barrio de la Areosa, en la calle de la Ronda.
En 1906 comienza a surgir la idea de construir un gran tempo dedicado a María Auxiliadora, una tarea complicada porque requería una fuerte inversión. La primera piedra de este edificio fue colocada el 24 de septiembre de 1923, ante la presencia del obispo de Tui y el gobernador militar de Vigo. El proyecto inicial fue rubricado por el arquitecto madrileño Joaquín Saldaña y presentaba unas medidas que alcanzaban los 45 metros de largo, 15 de ancho, con una sola nave de 33 metros. El arquitecto madrileño planteó un edificio siguiendo los cánones góticos. Las obras fueron dirigidas por el aparejador y maestro cantero Cándido García Andión.
En 1942 se rebajaron las pretensiones iniciales, pasando a ser las bóvedas de escayola, en vez del granito original, al tiempo que se disminuía la altura. Un año después, el 24 de mayo, festividad de María Auxiliadora, era inaugurada la iglesia por el obispo de Tui.
Sin embargo, la consagración del templo se produjo el 21 de mayo de 1944. Fue al arzobispo de Valladolid, Antonio García García, quien presidió aquel rito tan extenso. Comenzó a las ocho de la mañana. Tras el rezo de los siete salmos, se inició una procesión por la parte exterior del templo. Ante la puerta principal, el arzobispo bendijo con sal y agua, al tiempo que se rezaban las letanías. La procesión giró alrededor del edificio para regresar a la entrada. Tras realizar tres llamadas a la puerta, esta se abrió y el rito continuó en el interior, mientras los participantes entonaban Veni creator spiritus , para invocar al Espíritu Santo. Fue entonces cuando comenzaron las aspersiones de agua bendita sobre las paredes internas del templo.
Cemento y agua bendita
Mientras era entonado el cántico Benedictus , el arzobispo trazó, en los brazos de una cruz de ceniza situada en el suelo, letras del abecedario griego y latino. Posteriormente, llegó la bendición del altar mayor con sal, agua, ceniza y vino. La procesión portaba las reliquias de Santa Vicenta, San Beato, San Inocencio y un paño empapado en sangre de San Juan Bosco. Estas reliquias quedaron depositadas en un sepulcro abierto en la parte central del altar mayor. Este habitáculo fue sellado con cemento amasado en agua bendita. Terminada la ceremonia, el arzobispo de Valladolid oficio una misa.