Ya tengo novelón para este verano: La elipse templaria . La obra, de 442 páginas, tiene el tamaño aproximado de un ladrillo. Desde hace unos días, ando yo enfrascado en su lectura. Es una novela histórica, ambientada en el siglo XIV. Recrea una Galicia que se enfrenta a la encrucijada de convertirse en capital de Occidente. Narra la construcción del actual Hostal dos Reis Católicos. Especula con el asesinato de un Papa. Describe el París que acaba de inaugurar Notre Dame. Sus personajes pasean por la colosal Estrasburgo. Y, en conjunto, urde una interesante trama de intrigas, con el poder como tema.
Para resumir, transcribo el texto que de la solapa: «Galicia, año 1300. Tras el fracaso de las cruzadas, Occidente se fragmenta en núcleos de poder enfrentados. Según la profecía del Apocalipsis, ha llegado el momento de los templarios, que guardan el secreto de la reunificación de la cristiandad: Santiago de Compostela debe sustituir a Roma como sede papal».
Aunque no compré el libro por este texto, sino por otras razones, no me negarán que la cosa promete. El tema parece un trasunto entre Los pilares de la Tierra y El código da Vinci . Y continúa el texto de la contracubierta: «En los confines de la Tierra, la nobleza gallega, bajo los auspicios del Temple, se alía con caballeros europeos. Es la única oportunidad de materializar su utopía de libertad. Solo cada mil años la elipse del tiempo les ofrece la ocasión de cambiar el rumbo de la historia. Sin embargo, estos hombres guerreros y revolucionarios toparán con la feroz pugna de intereses, y se verán implicados en una terrible trama de intrigas y traición».
Llevo la novela ya más que mediada. Voy, por decirlo gráficamente, en el último tercio del ladrillo. Y reconozco que no está nada mal. No cabe duda de que el autor se ha documentado. Y tal vez mi mayor objeción es que resulta demasiado sentencioso y descriptivo, al punto de que casi desprecia por completo los diálogos. Por lo demás, es una buena novela histórica, que no desmerece, y aun está por encima, de muchas otras que me he merendado algún verano.
La obra tiene también la ventaja de que me ayuda a comprender a su autor. Incluso en los temas de mayor actualidad. Sirva como ejemplo esta frase que ayer mismo leí, en boca de Blanca, una noble santiaguesa: «Cuando sientas el espíritu de esta ciudad y de sus gentes, comprenderás mejor su catedral. Las catedrales son el alma de los pueblos. Hacen que las gentes se encuentren a sí mismas». No hay duda de que nos encontramos ante un escritor.
Entendemos, por tanto, que el autor es un apasionado de las catedrales. No nos extraña que, en su vida no literaria, las reclame para su ciudad. Tampoco hay que despreciar sus descripciones de ciudades medievales y su retrato del poder. Aunque no lo crean, estoy disfrutando con La elipse templaria . Es, tras La puerta amarilla , la segunda novela que leo del mismo autor. Se trata de un tío de Ponteareas llamado Abel Caballero. Sí, el alcalde. El mismo. Pueden considerarme un valiente o un enfermo, pero no es eso: es que yo soy así.