Padre e hija han elegido el arte como profesión. Él es un pintor que no suele prodigarse demasiado en los medios. Ella, una actriz que forja su carrera en Madrid con pasos certeros
02 nov 2010 . Actualizado a las 12:19 h.En la familia Freijeiro el arte forma parte de la vida cotidiana. Rafael Freijeiro es un pintor que se ha labrado su carrera evitando los tics de muchos de sus coetáneos que apuestan por la omnipresencia mediática. El artista vigués es un tipo que no acostumbra a prodigarse demasiado, quizás porque prefiere dedicar todo su tiempo a trabajar en vez de hablar bien de sí mismo y de explicar su obra.
Freijeiro está seguro de que se explica por sí misma, y que su labor callada tiene tanto valor como la del que cuenta demasiado. Los colores de su paleta son como su personalidad, no saturan. «Intento pasar desapercibido, y eso, a veces, es un problema», admite el artista que el año pasado fue uno de los diez finalistas del prestigioso premio de pintura BMW. A Rafael, su padre lo animó a convertir en su profesión la pasión que sentía desde niño por la pintura. Cuando le tocó el turno como progenitor, lo mismo hizo él con su hija.
A Celia nunca se le dieron bien los pinceles, pero sí heredó una gran inquietud por el arte como espectadora. Además de «mangarle» cuadros a su padre, suele comprar trabajos de artistas emergentes y le encantaría tener una buena colección. Cuando Celia dijo en casa que quería ser actriz, todos se volcaron para apoyarla en su decisión. «Siempre respeté mucho su voluntad, desde que dijo que quería irse a estudiar a Estados Unidos con 17 años. Es muy resuelta y emprendedora, y tiene la cabeza muy bien amueblada», reconoce. La chica no tardó mucho en buscarse las castañas y no esperó en su ciudad, Vigo, a que algún cazatalentos la viniese a descubrir. Por si acaso, se plantó en Madrid para estudiar interpretación y no paró hasta dar con una escuela que la convenciese, y esa fue la de Adan Black. Pero tampoco esperó en la capital a que vinieran a ofrecerle trabajo y decidió generarlo ella misma, para empezar. Así, junto a otra viguesa con arrestos, Marta Larralde, pusieron en pie la que sería su primera obra de teatro, El color de agosto . La aventura terminó ahí, pero Celia continuó apostando por la autogestión y a los 23 años fundó su propia productora, Pocapena. Ahora, además forma parte de la junta directiva de la Sociedad Cervantina de Madrid y de su sala, el Teatro de Cámara Cervantes, que es, como ella misma dice, su «segunda casa».
Elvira Lindo
Tras finalizar El imaginario de Cervantes , ensaya ahora una pieza de Artaud, Los Cenci , dirigida por Sonia Sebastián, y prepara un monólogo basado en un cuento de Elvira Lindo, La sorpresa del roscón . «Es una micropieza teatral muy divertida, muy Elvira Lindo, que nos ha apoyado mucho. La estrenaremos en diciembre en el Teatro Por Dinero, una nueva sala de Madrid donde hay todos los días cinco pases de obras que no duran más de 20 minutos y un bar al que la gente va y viene entre espectáculo y espectáculo», cuenta la inquieta actriz y empresaria que protagonizó las dos temporadas de la serie Pelotas , de TVE.
Asentada en Madrid, donde su hermano Pedro empieza también a buscar su espacio como actor, la familia, unida por el Superglú hiperactivo que es la matriarca, Olga, se junta más allí que en Vigo. Por eso, la fotografía fue tomada en la capital, entre ensayo y ensayo de la actriz.