El Porrón, un histórico que echa el cierre

VIGO

02 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

1«Me pillas recogiendo» me dice Enrique Tuche al otro lado del teléfono. «No me hagas hablar mucho porque no quiero emocionarme. Ya he llorado bastante», añade. Enrique, una institución en la hostelería redondelana echó el viernes el cierre definitivo al Porrón, uno de los históricos de la villa. En las más de tres décadas que, junto a Milagros Alonso, su mujer, se ha pasado de la mañana a la noche entre las cuatro paredes del local ha servido toneladas y toneladas de chocos -«algún día de la fiesta llegamos a hacer 800 empanadas»-, producto del que bien podrían nombrarle embajador.

A punto de cumplir los 70 dice que aún se siente en forma, pero que está cansado de cumplir horarios interminables y que toca pasar página. Han transcurrido 45 años desde que regresó de la emigración brasileña -«aún recuerdo el dolor que me produjo ver a mi madre llorando en el puerto de Vigo el día de la partida; tenía 14 años»- y apostó por abrirse camino en la hostelería.

Por su casa, en pleno Camino de Santiago, han pasado gentes de los cinco continentes. Recibe cartas (tiene cientos) de los lugares más insospechados: Japón, Holanda, Brasil, Corea, Francia... Y acumula anécdotas por arrobas. Como la de aquel grupo de japoneses con mucha prisa que, después de saborear por primera vez los chocos en su tinta (y repetir), no querían marchar sin catar los chinchos y las xoubas de la ría. «Necesitó veinte minutos para freírlos» le dijo al intérprete, tiempo del que no disponían. «¿Está fresco?», preguntaron. La duda ofende debió de responderles Enrique. Claro, se los comieron crudos.

O como cuando el pasado verano llegó una mujer y otros tres o cuatro adultos con una treintena de niños a la hora del desayuno tras pernoctar en el albergue. Pidieron cacao con leche y bollos para todos (también para la mujer). Cuando llegó la hora de pagar y no sabía a quién pasarle la cuenta uno de los adultos dijo con cierta complicidad «a la de la pasta, claro». Y la de la pasta, a la que Tuche no había reconocido, era Esther Koplowitz, que recorría parte del Camino con algunos de los pequeños a los que atiende su Fundación. Lo que no se atrevió a preguntar Tuche era si también había dormido con ellos en el albergue. El caso es que desde el viernes, El Porrón ya es historia.

Reconocimiento

2A modo de prólogo de la fiesta de la Arribada los empresarios de Baiona celebran un encuentro gastronómico-fraternal, en el que premian a alguno de sus miembros. La cita fue el pasado fin de semana y, de forma excepcional, el homenajeado no está en la nómina de la asociación, pero sí está en la de profesionales comprometidos con la villa: Francisco Álvaro Garrido.

Agradecen especialmente al que fuera director del parador que durante su mandato apostara por abrir las puertas del establecimiento a los vecinos, que respondieron con la misma hospitalidad. Amor con amor se paga.