Dicen que las palabras se las lleva el viento. Pero hay quien se las hace grabar en su propia piel. Un elemental tatuaje que se ha convertido en una manifestación cultural y que requiere de artistas como Nicolás Martínez Silveira (30 años) para su elaboración. Los hace en su propia tienda de ropa Monkeybone (Valencia, 13), bajo estrictas medidas higiénicas, porque ha de pasar periódicos controles sanitarios por parte de la administración. Cuenta que ya se le daba bien dibujar desde pequeño, pero también cursó cuatro años de estudios en la Escuela de Dibujo Profesional de Madrid «en los campos del cómic, dibujos animados, ilustración y diseño gráfico». «Llegué a hacer alguno, pero sin ser en plan profesional». Luego, se aficionó al tatuaje y se puso manos a ello en su propio negocio de ropa. Usa el método tradicional, valiéndose de una máquina que lleva una aguja con la que introduce la tinta en la dermis (nuestra segunda piel). En cuanto a los tatuajes en sí, los más frecuentes que realiza, cuando se trata de chicas, son de plantas y flores, junto con mariposas y cosas sencillas. «Hay otra gente ya aficionada al tattoo, que suele hacerse los de la vieja escuela americana, con colores rancio, apagados y tenues. También está la nueva escuela, que es todo lo contrario, con mucho colorido y un dibujo más detallista. Desde calaveras hasta rosas o incluso pajaritos. Los tribales ya no están de moda, ahora se llevan mucho el tatuaje polinésico y de temas orientales. Lo tienen futbolistas como Fábregas e Ibrahimovic», explica. Se siguen utilizando las letras, para poner el nombre de un hijo o una novia, aunque alguno, tras romper con su pareja, acude a su estudio para taparlo con otro. Martínez ha tatuado a gente de distinta clase social, incluido un sacerdote. «Recibo una amplia clientela para que le repare tatuajes que habían hecho otros, con los que no estaban satisfechos», señala. Los precios oscilan entre 50 o más de 100 euros, según tamaño y dificultad. En verano, avisa, «con un tatuaje recién hecho hay que esperar 15 días para ir a la playa, para que cure sin complicaciones».