Un ponteareano ya no percibe ayudas de Educación para trasladarse y su familia se niega a que camine dos kilómetros hasta la parada de bus por un área inhóspita
23 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Tiene trece años y es tímido. Pero le gustan las ciencias y acaba de empezar en el insituto. La historia de Álex podría una de cientos en Ponteareas si no fuera por los problemas que tiene para llegar cada día al colegio. La vivienda familiar se encuentra en la parroquia de Guillade, en un barrio aislado rodeado de monte.
Acercarse a la parada del transporte escolar es todo un problema, puesto que la más cercana se encuentra a casi tres kilómetros por carreteras angostas y áreas deshabitadas. Para acortar distancias, se le llevó a la familia la propuesta de otro punto de recogida para el pequeño, que lo usaría de forma exclusiva.
El lugar se encuentra a menos de los dos kilómetros establecidos por la Consellería de Educación como distancia máxima permitida. Sin embargo, como el trayecto sigue siendo por el medio del monte y es necesario atravesar caminos sin iluminar y poco transitados, la madre se niega a que el niño los utilice cada día para coger el autobús.
«Para llegar a tiempo a la parada tendría que salir de casa sobre las 7.00 horas de la mañana. En invierno todo está oscuro, llueve y yo no puedo mandarlo en esas condiciones», se lamenta Marisa Argibay Gregores, que tiene a su cargo una persona dependiente y no puede acompañar al pequeño durante el trayecto. La mujer asegura que se ha puesto en contacto con las distintas administraciones, pero de momento no tiene más alterantivas.
La situación se agrava cada día que pasa, porque la opción que manejaban hasta ahora corre el riesgo de desaparecer. Y es que Alex Díaz ha acudido durante el mes de clases en taxi hasta el instituto, situado en la N-120 en dirección a Ourense, en el casco urbano de Ponteareas. «Tuve que pagar una factura de más de 500 euros y no nos lo podemos permitir. En el caso de los otros dos niños, que van al Saladino Cortizo en Vigo, existen ayudas para el transporte y está cubierto, pero en este caso no», recuerda Marisa, a quien el responsable del vehículo le ha explicado también que puede enfrentarse a problemas legales por la situación. Por ello, los días en los que Álex llega antes de tocar el timbre a bordo del vehículo tienen los días contados.
Cambio de ciclo
Esta opción era la que empleaba el pequeño para acudir al centro de Primaria y estaba financiada por la Xunta de Galicia, pero con el cambio de ciclo escolar, ya no resulta obligatorio. Entre esa circunstancia, la falta de un vehículo propio y los problemas económicos, el trayecto al instituto se convierte en un reto diario.
«Aquí no tenemos ni iluminación en las carreteras, porque estamos muy apartados, y no llegan los autobuses. Además, no hay más familias que lleven niños, así que no tenemos opciones», recuerda la madre.
«Tuve que pagar 500 euros y no nos lo podemos permitir»
Marisa Argibay