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El otro Olivo dice adiós a Vigo

VIGO

15 ene 2013 . Actualizado a las 07:05 h.

Treinta años frente a las insuperables puestas de sol del paseo de Alfonso XII. Treinta años de discreción convertida en un secreto que circuló poco a poco de boca en boca. Así, con esfuerzo y paciencia, se fue gestando el restaurante El Olivo, que a finales de mes echará el cerrojo por jubilación.

Situado frente al simbólico olivo de Vigo, el negocio de Manuel González Salgado y Auria Reis Cerqueira (ella de Entrimo y él de Lobios) se convirtió con los años en un tesoro familiar. El secreto, cocina casera y buen trato. Lo demás llegó solo.

«Si no fuera por la edad seguiríamos con ello; el día que cierre la puerta me van a caer las lágrimas y eso que soy duro para llorar», comenta Manuel. Su hijo es delineante y no continuará con el negocio.

Empezó a trabajar con doce años en el Gran Hotel de la localidad portuguesa de Espinho y con 17 pasó a Francia, donde tuvo que añadir un año más al carné para llegar a la mayoría de edad. Tras regresar años después a Lisboa, abandonó ese país pasada la revolución. Fue en junio de 1982 cuando recaló con su mujer en Vigo y compraron el bajo del paseo de Alfonso XII.

Manuel tiene claro que la clave de su establecimiento reside en la confianza, seriedad y dedicación. También sabe que los clientes tienen siempre un pero a punto en la boca. Este no ha sido su caso. Ni uno solo se ha rebotado y le ha pedido la lista de precios.

Por sus mesas han pasado numerosos políticos y profesionales de todo tipo como Víctor Moro, la dirección de Citroën, Manuel Pérez o el propio presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo.

Lo que más van a echar en falta Manuel y Auria es precisamente la relación con la clientela. Para consolarse, Manuel recurre a un dicho de la gente mayor de antes: «Más vale ser recordado que ser aburrido».

El local, tan discreto que si uno no va atento pasa de largo, es pequeño y sumamente acogedor, algo a lo que contribuye el matrimonio ourensano, que presume de convivencia durante 41 años. Manuel y Auria reciben a los clientes con los brazos abiertos, aunque sea la primera vez que pisan su restaurante.

No están cerrados a traspasar el negocio a otras manos, siempre que sean limpias. Sin anunciar el cierre del local ya hay personas que se han interesado.

«Ahora la gente acepta todo lo que vas hablando, pero cuando llegas al final y le dices que no la conoces y que necesitas un aval bancario como garantía, se echan atrás», comenta el propietario. No es que desconfíe de la persona en concreto, desconfía de la sociedad tal y como está. Y eso que ofrece facilidades como seis meses a prueba, consciente de la situación actual.

Lo que no quieren sus propietarios es que se hunda su barco, reflotado a lo largo de tres décadas. Antes de pasar a sus manos ya se llamaba El Olivo y trabajaba también como restaurante. Con anterioridad era la tienda bar de la Gloria.

Otro de los secretos del local está en su oferta. A la carta fija de pescados y carnes añade la caza en temporada.