
El uso del TBT está prohibido en la UE, pero ya es tarde para la ría viguesa
10 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.La primera parte de nuestra historia comienza hace 40 años y tiene que ver con la navegación y sus circunstancias. En un barco se llama obra viva a la parte del casco que está permanentemente en contacto con el agua, y es en esa parte donde se instalan algas, moluscos y demás flora y fauna. Es un problema, porque esa acumulación reduce el coeficiente hidrodinámico, aumenta el rozamiento y dificulta el avance, lo que se traduce en la necesidad de aumentar la potencia de los motores, con el consiguiente aumento en el consumo de combustible.
No es un asunto menor, porque en grandes travesías, por ejemplo de buques mercantes, hablamos de miles de litros de gasoil, es decir, miles de euros más de gasto. Para solucionar el problema, hace cuatro décadas, se descubre un sistema genial, una pintura que impedía, o al menos retrasaba mucho, las incrustaciones de esa flora y fauna en los cascos de los barcos, con el consiguiente ahorro. Era un gran invento? ¿qué podría salir mal?
Nuestro siguiente protagonista se llama Nucella lapillus, un simpático caracolito marino que, a diferencia de su primo el caramujo, carece de interés comercial, o lo que es lo mismo, un bichito muy abundante, o al menos lo era. El caso es que el caracolito estaba desapareciendo, a gran velocidad, y hace 17 años unos biólogos marinos deciden ver que pasa, por ejemplo en la ría de Vigo.
Sus primeros descubrimientos confirman que el bichito está casi extinguido, especialmente en la zona portuaria, pero a partir de ahí empiezan las sorpresas. La primera es que, curiosamente, casi todos los caracolitos encontrados son machos (así no resulta extraño que se extingan). La segunda sorpresa es que? incluso las hembras son machos, es decir, que todas las hembras encontradas, el 100%, presentan también órganos sexuales masculinos que, en un gran porcentaje, las esterilizan e impiden su reproducción.
Un tóxico potente
La sorpresa se convierte en alarma al comprobar que lo mismo les sucede en distinto grado a otras especies de caracolitos marinos. Algo está pasando. Concretamente un disruptor endocrino, un elemento químico que altera el metabolismo, las hormonas y el sistema inmunitario de las especies apareció súbitamente en nuestra ría, y en el resto, pero con especial incidencia en las aguas viguesas.
Como se estarán imaginando, aquí se cruzan nuestras dos historias. El producto se llama tributilo de estaño, o TBT por sus siglas inglesas. Durante décadas se utilizó alegre y abundantemente en las pinturas anti-incrustantes sin que nadie, hasta que ya era demasiado tarde, analizara las consecuencias que podría tener su liberación en el medio ambiente.
Su capacidad tóxica es tan intensa que apenas 2 gramos de TBT contaminarían todo el embalse de Zamáns. La ría de Vigo, como ya se estarán temiendo por la intensidad de su tráfico marítimo, presenta los niveles más altos de TBT en sus sedimentos, que es donde se va acumulando, y ahí seguirá durante décadas.
Ante estos datos, que se reproducen en todos los puertos del mundo, se tomaron, como siempre tarde, medidas para prohibir el uso de TBT en las pinturas de los barcos. En la Unión Europea, desde 2008 ningún buque pintado con TBT puede, en teoría, entrar en los puertos de los estados miembros. Pero a pesar de las prohibiciones sobre el papel el, TBT se sigue fabricando, y utilizando.
El final de la historia se lo imaginan. Efectivamente, los disruptores endocrinos no se quedan en los caracolitos, sino que saltan alegremente a lo largo de toda la cadena alimentaria, de la que nosotros estamos en la cima.
Preguntar, por ejemplo, a la Autoridad Portuaria de Vigo cuantas inspecciones realizan al más de un millar de buques extracomunitarios que nos visitan anualmente, para verificar el cumplimiento de la directiva comunitaria, es una mala pregunta.
Preguntar como un puerto con los niveles de contaminación química que tiene Vigo puede obtener una certificación medioambiental, y quien la verifica, es otra mala pregunta.