Hitler nunca paseó por O Berbés

VIGO

Churchill sentado en una silla en el búnker de Hitler en Berlín, en 1945, tras la derrota alemana.
Churchill sentado en una silla en el búnker de Hitler en Berlín, en 1945, tras la derrota alemana.

Fallece Rochus Misch, el último testigo de la muerte del «Führer», que desmintió siempre que el constructor del III Reich huyese a Argentina por el puerto de Vigo

24 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Hitler no murió en su búnker de Berlín. Tomó un avión desde Austria a Barcelona. De la Ciudad Condal pasó a Vigo, donde tomó un submarino hacia Argentina, donde moriría en 1960. La rocambolesca historia la describe el escritor argentino Abel Basti en su obra El exilio de Hitler, publicada en 2011. El autor describe la nueva vida del Führer con Eva Braun, con la que incluso llega a tener hijos. E incluye fotos de los Hitler en su idílico retiro austral.

Hace años, el ex alcalde coruñés Francisco Vázquez solía comentar, y publicar, que el doctor Mengele había huido también por Vigo. En realidad, está confirmado que lo hizo desde Génova, bajo la identidad falsa de Helmut Gregor. Pero sí es cierto que, desde A Laxe, muchos criminales nazis huyeron hacia el refugio argentino

Así que la teoría de la huida de Hitler a través de Vigo tiene ciertos visos de verosimilitud. La que necesita toda teoría de la conspiración que se precie. Sin embargo, todo desmiente la imposible presencia del Führer paseando por O Berbés. Las evidencias en contra son numerosas y definitivas.

El 30 de abril de 1945, Adolf Hitler se suicida en su búnker de Berlín, junto a su compañera, Eva Braun, con la que acaba de casarse. El führer consumió cianuro y se descerrajó un disparo en la cabeza. Su ayudante, Otto Günsche, envolvió ambos cuerpos en una alfombra, los sacó al exterior, los depositó en el cráter de un obús, los roció con gasolina y les prendió fuego. Pero, desde el mismo día de la muerte del monstruo, se desataron los rumores sobre una improbable huída.

Pero hay testigos que lo desmienten. Y los había vivos hasta hace dos meses. Porque el 5 de septiembre de 2013 murió a los 96 años Rochus Misch, quien asistió al suicidio del führer. Adscrito a la guardia personal del führer, fue el último soldado en abandonar el búnker, el 2 de mayo de 1945. También fue el último hombre en hablar con el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels antes de que se quitase la vida. El historiador Antony Beevor, autor de Berlín: La caída, lo entrevistó y narró cómo el cadáver de Hitler no obtuvo el respeto apetecido. Antes de encender la pira para incinerar el cuerpo, un soldado robó su reloj. Y, mientras ardía, Misch bajó al búnker a avisar a un compañero: «El jefe está ardiendo, ¿quieres subir a verlo?»

Otra clave nos la da su secretaria. La película El hundimiento narra los últimos días de Hitler desde la visión de su joven asistente personal. Esa mujer, Traudel Junge, viviría hasta 2002 para narrar el final del Reich. En 2001, con 81 años, publicó un libro, Hasta la hora final, que relata su experiencia, incluido el suicidio de la familia Goebbels al completo y el del matrimonio Hitler.

La huida no encaja

Otra razón en contra de que Hitler visitase Vigo es la propia mentalidad del sátrapa. La huida no encajaba en su personalidad, pues él veía el suicidio como cuestión de honor. Tras la catástrofe de Stalingrado, el mariscal Von Paulus, jefe del Sexto Ejército, se entregó a los rusos. El führer montó en cólera: «No logro comprender cómo alguien como él no prefiera la muerte», bramó ante su Estado Mayor, «esa clase de gente diluye el heroísmo de muchos miles de hombres. Una mujer puede pegarse un tiro ¡y un soldado es incapaz! De veras que no lo comprendo. Un tipo así, sin agallas, ensucia la heroica reputación de todos los otros».

Pero lo que más temía Hitler era ser capturado por los soviéticos. Sobre todo, tras conocer que el cadáver desnudo de Mussolini colgó durante días de una gasolinera de Milán, escupido y apedreado por los italianos. Hitler preguntó a su médico personal si el cianuro sería suficiente. Aunque éste le aseguró que le mataría con toda seguridad, decidió añadir a la receta un disparo de su Luger. Y dio a su asistente instrucciones precisas para ser incinerado.

Además, de haberlo querido, Hitler no habría podido abandonar su búnker. En la navidad de 1944, por Berlín circulaba un chiste: «Sea práctico: Regale un ataúd». Los alemanes sabían que la derrota era cuestión de meses. Y el 30 de abril de 1945, cuando se suicida Hitler, el Ejército Rojo está ya en cada esquina. Berlín es una ciudad reducida a cenizas. ¿Cómo se supone que iba a poder el führer romper el cerco para huir? Escapar era imposible.

Existen restos de Hitler: La mandíbula y un trozo de cráneo con un agujero de bala. Al menos, esto sostiene Rusia oficialmente. El archivo del FSB (antigua KGB) conserva ambas piezas y su director, el general Yuri Jristofórov, lo confirmó hace menos de un año, en diciembre de 2009. Al parecer, los cadáveres de Hitler y Eva Braun no se incineraron por completo. Sobre este asunto circula una rocambolesca historia sobre la que una productora televisiva de EEUU hizo un exitoso documental. Sin hallar una sola prueba de nada, por supuesto.

Foto del cadáver

Los soviéticos hicieron además una foto a los restos de Hitler y Eva Braun. Esto se conoció a finales del siglo XX, cuando Rusia abrió muchos de sus archivos. La imagen demostraría que Hitler murió en un patio de su búnker, pero no hay forma de determinar si los despojos humanos carbonizados pertenecen o no al führer.

Para terminar, como anécdota, Hitler era un admirador de Wagner y anhelaba un final grandioso, si beber cianuro, pegarse un tiro y carbonizarse en un agujero puede resultar tal cosa. Testimonios de sus colaboradores afirman que deseaba morir en Berlín. «Quería su Götterdämmerung, su caída de los dioses», explica el historiador Antony Beevor, citando la saga El anillo del Nibelungo. Así que acaba de fallecer Rochus Misch, último testigo de la muerte de Hitler. Y, contra las pruebas incontables, no hay teoría de la conspiración que lo resista. Ni siquiera la que un día imaginó a Hitler paseándose por O Berbés, antes de marcharse a la Argentina a tomar mate por bombilla.

eduardorolland@hotmail.com