El Celta fichó a comienzos de la pasada temporada al delantero coreano Park Chu-Young. Fue una adquisición de relumbrón en pleno verano. Venía del Arsenal, nada menos, y era como inyectarle ilusión en vena a los aficionados. Aquella incorporación tenía que servir, a la fuerza, para que el club vendiese camisetas como churros en el país asiático y tener a 50 millones de personas pendientes de cada partido en televisión. Y también iba a garantizar el espectáculo deportivo, claro. Muchos partidos de Liga y dos goles después, cuando este jugador se había confirmado como un auténtico paquete y estaba a punto de abandonar la ciudad entre la indiferencia general, al alcalde Abel Caballero se le ocurrió una idea genial: nombrarlo embajador de honor de Vigo. Ha pasado casi un año y nada hemos vuelto a saber del asunto.
Pero ahora, por fin, llegan buenas noticias relacionadas con Corea del Sur. La Universidad de Vigo ha firmado un convenio de colaboración con la Kyungpook National University que incluye, además del intercambio de alumnos e investigadores, la construcción de un satélite de usos comerciales que ayudará a prevenir incendios forestales y mareas rojas, entre otras aplicaciones. Será el cuarto de la institución académica y supondrá un salto cualitativo, por su peso (50 kilos) y por la relevancia de los socios, que están en uno de los países más avanzados tecnológicamente del mundo.
He ahí dos formas de acercarse a la potencia coreana. La del alcalde Caballero fue oportunista y se agotó antes de empezar; la del rector Salustiano Mato no puede ser más oportuna y tiene mucho recorrido por delante. ¡Menos mal que en Vigo hay buenas cabezas!
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