La resaca de la fiesta de Radio3 en Vigo ha dejado una polémica en torno a la idoneidad de los grupos seleccionados. Concretamente, hay quien ha criticado la edad de los músicos, supongo que asociada a sus respectivas ofertas creativas. Paleontología fue el término empleado en alusión al carácter longevo de algunos de los músicos presentes en el acto celebrado en el Mar de Vigo. Es normal. En el ámbito de la creación, el neófito asume desde tiempos remotos el papel de regenerador de su campo artístico. La famosa savia nueva. El recien llegado, casi como ocurre en zoología, debe disputar el terreno a las referencias respectivas.
A finales de los años setenta se calificaba a los músicos de más edad como dinosaurios. The Rolling Stones o Pink Floyd, cuyo miembros tendrían entonces menos de cuarenta años, eran unas antiguallas para las crías del punk. Eran un objetivo directo al que atacar. Esa misma situación revivió años después con nuevas oleadas de músicos, que no dudaron en confeccionar el lema: «El punk ha muerto». Y seguirá ocurriendo porque es lo normal. Nadie debería si quiera molestarse ni asombrarse.
Sin embargo, sería bueno recordar que cuando los músicos del punk y los posteriores se hicieron mayores no dudaron en recuperar la importancia de aquellos abueletes y muchos, hoy en día, pierden el final de la espalda por tocar junto con aquellos dinosaurios porque ya es más importante su valía que su edad.
Por eso molesta un poco que por estos lares se siga cuestionando a los músicos por la fecha de su nacimiento. Es algo que parecía superado. ¿O es que se cuestiona el trabajo de un pintor, un escritor o un actor por su edad? Si todo queda en la provocación generacional, bienvenidas las ingeniosas alusiones a la paleontología y otras ciencias naturales.
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