Imagino que Rodolfo Langostino y el Capitán Pescanova andarán por los tugurios de la calle Caminito, abrazados a la botella y contando historias por todos los boliches del barrio de La Boca. Serán anécdotas de los viejos buenos tiempos, cuando trabajaban para la compañía que se comía el mundo. Cuando todos los niños querían ser grumetes y al gambón argentino le salían novias en todos los puertos, solo con susurrar aquello de: «Llevame a casa».
La época dorada de Pescanova terminó. Y, aunque la marca, por la calidad de sus productos, sigue siendo un valor, la empresa está siendo despiezada y vendida por partes. A la planta de Mira, en Portugal, donde enterraron una fortuna en un delirio, le buscan un comprador casi de saldo.
Puede decirse que el desastre fue consecuencia de la crisis. Sin duda, sostendrán tal cosa los antiguos gestores, sabiendo que se mienten para poder mirarse cada día en el espejo. Porque la cruda realidad es muy otra. Y en Pescanova no solo hubo una mala gestión, sino también un fraude. El principal, la venta de acciones a precios inflados, gracias a ocultar las cuentas reales de la compañía. Falsificaban sus resultados para sacar toda la tajada posible mientras el barco se hundía. Esto no es opinable. Lo saben hasta en la China, donde, probablemente, también haya acreedores engañados. Pero esta semana nos enteramos de que el caso lo conocen hasta en la patria chica de Batman, Gotham City. Así se llama la empresa de analistas que destapó el escándalo Gowex. Y que tituló su informe: Let?s Gowex: La Charada Pescanova. Me gustaría saber qué piensan los antiguos gestores de ver convertido en un oprobio mundial el nombre de la empresa que fundó José Fernández López. Triste destino de Rodolfo y el Capitán, tachados de vulgares trileros...
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