No se sabe muy bien si fue por la constante presencia de buques italianos en el puerto, por el roce con la emigración procedente de otros países en ultramar o, simplemente, en homenaje al gran cantante francés de ascendencia gallega, Manu Chao, pero en los últimos tiempos, no se sabe bien desde cuándo, los vigueses nos despedidos con un rotundo chao, que en el caso de producirse el adiós durante una comunicación telefónica se multiplica. Concretamente, «chao, chao», como mínimo.
Hay incluso algunos barrios de la ciudad en donde se ha transforma la fórmula viguesizada del original ciao en «chau, chau», casi como si tuvieses un perro chino de esos. En este caso es el despido lusista, ya hoy en día admitido por la Real Academia del vigués porque denota una aproximación sentimental a la lusofonía como espacio común, no en vano es el segundo colectivo de la ciudad.
Entre los estudiosos del internacionalista despido local hay quien pretende incluso relacionar el origen de la interjección con el ilustre vigués Eduardo Chao, nacido en Ribadavia. El político republicano viajaba constantemente a Madrid, donde llegó a ser ministro de Fomento, por lo que era común confundir su apellido con una despedida. «Adiós, Chao», se le decía desde el anden de la estación de ferrocarril, transformándose en una sinécdoque del estilo de vitrasa por autobús.
La fórmula está plenamente implantada y compite con expresiones de saludo más tradicionales, como el muy vigués «¿A qué andas?», que muestra el pedigrí de ilustres locales, como lo fueron Cachamuíña, Vigoiz o el mismísimo Quinto Arrio. Nadie sabe muy bien cuándo se produjo la introducción de este extranjerismo, pero de lo que no hay ninguna duda es de que ya está plenamente integrado en nuestra sociedad viguesa. Chao, chao.
jorge.lamas@lavoz.es
El despido está plenamente integrado en nuestra sociedad viguesa