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Apareamiento del ánade real

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

Las azulonas tienen entre seis y doce huevos.
Las azulonas tienen entre seis y doce huevos.

Los azulones buscan pareja en los humedales vigueses

21 dic 2015 . Actualizado a las 09:42 h.

Ajenos a la que se va a liar cuando se abran las urnas, nuestros protagonistas de hoy empiezan estos días sus amoríos y ríanse de Gran Hermano comparado con el festival de pasiones desbordadas que se está organizando en nuestros humedales. Los protagonistas de semejante espectáculo son los azulones o si prefieren los ánades reales, alavancos o Anas platyrhynchos, que tiene tela el nombre científico. Vaya, lo que viene siendo un pato.

Andan estos días buscando pareja en la ensenada de San Simón, Lagares, Castrelos, A Bouza etc. Los reconocerán fácilmente por su plumaje, especialmente el de los machos, con su cabeza azul que les da el nombre común. Ellas tienen un discreto tono de plumas marrones moteadas. Esta diferencia de género tan marcada en su plumaje tiene un fundamento vital. En el período de incubación, ellas no pueden abandonar el nido, por lo que si sus colores fueran llamativos serían presa fácil para los depredadores. Ese discreto color las mimetiza con su entorno. Nuestros amigos son primos cercanos de los patos domésticos, con los que se hibridan con frecuencia, de manera que, especialmente en nuestros parques, resulta más difícil ver ánades reales puros que a un concursante del citado Gran Hermano con un libro.

Nuestros palmípedos colegas fueron migratorios, y pasaban aquí solo la primavera y verano. La migración supone para las aves una media de 6.000 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta y, como comprenderán, hay que tener una poderosa razón para arriesgarse a emprender semejante viaje. Popularmente se piensa que el motivo de la migración tiene que ver con la temperatura, como los jubilados van a Benidorm. Pero la teoría se enfría un poco cuando los vemos felices haciendo patinaje sobre un lago helado. En realidad, soportan temperaturas polares siempre y cuando consigan alimentarse lo suficiente para que la energía reservada en su grasa corporal combinada con su abrigo de plumas natural les ahorre el desplazamiento. La versatilidad en la búsqueda de alimento, pues son omnívoros, junto al aumento gradual de las temperaturas invernales convirtió a los azulones en auténtico precursores para adaptarse al cambio climático. Nuestros ánades vigueses urbanos hace muchos años que dejaron de ser migratorios.

Incubación, en dos meses

El caso es que ahora mismo se están emparejando para, dentro de un par de meses, empezar la incubación en la que ella tendrá que dar calor y cobijo a entre seis y doce huevos. Semejante prole tiene que ver con sus amenazas. Y es que nuestros patos, especialmente en las zonas urbanas, tienen muchos enemigos. Por una parte los naturales, ley de vida, como los roedores y las gaviotas que depredan sobre los recién nacidos, pero también los artificiales, como los coches que se los llevan por delante. No podemos en este caso dejar de felicitar la iniciativa del Concello para señalizar en A Bouza el paso de «patones» anexo al paso de peatones, pues es una zona en la que desde el parque donde crían los patos cruzan hacia el Lagares donde se instalan a pasar el resto de su vida, atravesando no una sino varias carreteras. En ese momento crucial que llegará al salir del huevo nuestros pequeñines se producirá el milagro de la impronta, que consiste en que cada patito identificará automáticamente como su madre al primer ser vivo en movimiento que vean al salir del cascarón.

Ese primer ser vivo debería ser mamá pata, pero a veces las cosas se tuercen. Si me permiten, les contaré una anécdota personal. Hace un tiempo, paseando por el monte, encontramos un nido de ánade real con los huevos recién eclosionados. Al fondo se veía un lago y a mamá pata con sus patitos recién nacidos. Un bonito espectáculo, pero al grupo le faltaba uno. En ese momento el último huevo se abría y asomaba el pato que no tenía prisa. Lo primero que vio fue a mi perro. Imagínense el cuadro: patito recién nacido persiguiendo desesperado a un galgo de treinta kilos a quien identificó como su madre. Les ahorraré los detalles, que incluyeron varias horas de natación y buceo (con un frío polar y en una charca asquerosa, todo hay que decirlo), pero al final conseguimos «resetear» al bicho que finalmente se hizo cargo de que casi mejor es ser hijo adoptivo de una pata que de un galgo. A lo largo del proceso me acordé mucho de Konrad Lorenz (el etólogo y premio Nóbel que descubrió el proceso de la impronta) y, si me disculpan la expresión, también me acordé mucho de la madre que lo parió.