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«La Iron Bike es como ir a la guerra»

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

CEDIDA

El vigués Brandán Márquez fue segundo en la considerada la prueba más dura del mountain bike mundial

31 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En un año marcado por el sufrimiento, el camino hacia la recompensa lo ha encontrado el ciclista vigués Brandán Márquez a base de más sufrimiento. El máximo que había conocido hasta ahora en su carrera deportiva. Tras una temporada plagada de problemas físicos (desde rotura de clavícula hasta una apendicitis) que le impidieron completar el calendario que tenía previsto, decidió inscribirse en la considerada la prueba más extrema de mountain bike en el mundo, la Iron Bike disputada en los Alpes, entre Francia e Italia, donde se proclamó subcampeón.

«Si me preguntan ayer hubiera dicho que no repetía ni loco, hoy ya me lo pienso y mañana seguro que digo que sí», comenta el corredor sobre una prueba de prólogo más siete etapas que comienzan 150 corredores y concluyen menos de la mitad. «Te encuentras con gente que lleva cinco o seis años intentando acabarla, que no aspiran a más que ser finishers. Y te meten aún más el miedo en el cuerpo», admite.

La clave de la prueba reside en su dureza. No solo por el propio trazado ?600 kilómetros casi siempre por encima de los 2.000 metros y, en más de una ocasión, de los 3.000?, sino también por las normas que pone la organización, derivadas de su concepción de este deporte. «Existe un sistema por puntos parecido al del Dakar. La gente que están detrás son personas que vienen del motocrós y entienden la prueba desde una filosofía de la búsqueda de la supervivencia, de llevarte al límite», detalla Brandán.

La resistencia no solo física, sino sobre todo mental, resulta fundamental para sacar adelante una prueba «muy difícil de gestionar». «No sabes de antemano prácticamente nada de lo que te vas a encontrar. Te dicen el punto más alto y el más bajo, pero nada más. Llegas a encontrarte en la situación de verte ante una bajada y tener que decidir entre dejar la bici y caminar o lanzarte montado con el riesgo de despeñarte», ejemplifica.

Además, los corredores duermen ocho días en tiendas de campaña y tienen que encargarse de montarlas y desmontarlas a diario. Por supuesto, a lo largo de los días, se van enfrentando solos a los problemas mecánicos que vayan surgiendo en sus bicicletas. «Vives momentos muy surrealistas. No llegué a plantearme abandonar, porque tenía muy clara la mentalidad de que solo me iba si me echaban, pero sí que me pregunté en más de una ocasión qué estaba haciendo allí», recuerda.

Lo que estaba haciendo era ponerse a prueba y, a la vez, sacar provecho de algún modo a lo que estaba siendo una temporada para olvidar. «Siempre digo que el ciclismo es un deporte de ricos que practicamos los pobres. De no ser porque las lesiones me impidieron ir a muchas de las pruebas del calendario que tenía programado, no me lo hubiera podido permitir económicamente», reconoce. La Iron Bike es una cita de la que había oído hablar mucho y que siempre había tenido ganas de afrontar. Entendió que era el momento «Siendo honesto, no lo recomendaría a un amigo, a no ser que se sienta muy preparado y esté loco como yo, que me había preparado y aun así tuve momentos de pasarlo realmente mal. Es una aventura increíble, como ir a la guerra, ponerte a prueba a lo bestia».

Por delante de él solo quedó un experto, el hondureño Milton Ramos, con varias coronas a sus espaldas. «Tanto él, que ya tiene muchísima experiencia, como el que quedó tercero son profesionales. Y en medio me colé yo. Esto me compensa toda la temporada y puedo decir que ya no cambiaría el año», asegura. Sufrió y disfrutó a partes iguales. «Es una especie de droga, como los alpinistas que siguen arriesgando después de haber estado a punto de morir», compara. Si se le pregunta por la edición que viene, ya no descarta volver a intentarlo: «Es especial, una experiencia única».