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El aeropuerto de Peinador se hace mayor

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

Historia del aeropuerto de Vigo. Aena

Un DC-3 de Iberia inauguró el 25 de abril de 1954 las conexiones aéreas de las Rías Baixas con Madrid

23 abr 2019 . Actualizado a las 23:15 h.

Debería de estar operativo en los años treinta del pasado siglo, pero las circunstancias hicieron que se demorara su construcción hasta 1954. El próximo jueves, el aeropuerto de Peinador, la puerta aérea de las Rías Baixas, cumplirá 65 años, la mayor parte de ellos en constante crecimiento hasta llegar la última crisis económica.

Durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera se pensó en el entorno de Vigo para crear el primer aeropuerto del noroeste peninsular. En un principio, el lugar elegido fue As Gándaras de Budiño, en O Porriño, pero finalmente se cambió su ubicación para la confluencia de Vigo, Mos y Redondela. Allí había una apeadero de la línea de tranvías que iban a O Porriño, que todo el mundo conocía con el apellido del presidente del consejo ferroviario de esta línea, Enrique Peinador, nombre que acabó denominando al aeródromo.

Su construcción fue un largo camino cargado de vicisitudes para los propios habitantes de la zona. Con el golpe de Estado de 1936, las autoridades militares decidieron explanar los terrenos elegidos unos años antes para que pudieran operar aviones. «Para la explanación de los terrenos del aeropuerto se impone con carácter obligatorio la prestación personal a los residentes vecinos de los municipios de Vigo, Lavadores y Mos que hayan cumplido 20 años y tengan menos de 50 años», decía el edicto publicado por la autoridad militar el 18 de septiembre de 1936. Sin embargo, al año siguiente se abría la pista de Lavacolla, paralizando así el proyecto de Peinador.

El siguiente impulso se sitúa ya en 1952, año en el que se dotó el proyecto de un presupuesto serio. El 11 de febrero de 1952 visitaban los terrenos el jefe de los Servicios de Aeropuertos de Galicia, el coronel Iglesias Brage, y el gobernador civil, Palao Martialay. Después de cifrar en 100 millones el presupuesto para la construcción del aeropuerto, el gobernador afirmaba que lo ya realizado era «una obra de romanos», aunque se le olvidó decir que había sido hecha por los vigueses y mosenses.

Con cuatro millones y medio de pesetas se inició el acceso al futuro aeropuerto desde Vigo, al tiempo que comenzaba el afirmado de la pista, que tendría una longitud de kilómetro y medio. Y así, el 25 de abril de 1954 era inaugurado el aeródromo, que por entonces llevaba implícita la bendición del obispo. No fue un obispo cualquiera. Fue el vigués Leopoldo Eijo Garay, obispo de Madrid-Alcalá y patriarca de las Indias Occidentales.

Se dio también una curiosa casualidad en el acto de apertura. El entonces ministro del Aire era el general Eduardo González Gallarza. Treinta años antes, este aviador militar pilotó en la guerra de África el avión que la ciudad de Vigo donó al Ejército tras el desastre de Annual. Aquel biplano D. H. 4 Havilland llevaba el nombre de Vigo en el fuselaje en recuerdo a que había sido comprado a través de una cuestación popular entre los vigueses.

Poco después de las once de la mañana del 25 de abril de 1954 llegó al campa un avión DC-3 de la compañía Iberia con «relevantes personalidades», y a continuación lo hizo otro aparato de Aviaco, ambos procedentes de la capital de España.

Aquella mañana llovió abundantemente, aunque no impidió la celebración de una misa. Entonces era alcalde de la ciudad Tomás Pérez Lorente, durante cuyo mandato la ciudad vio no solo como adquiría un aeropuerto sino también la llegada de Citroën y la puesta en marcha de la Zona Franca. Algo difícil de superar.

Peinador fue desde entonces creciendo sin parar. En 1989 obtenía la calificación de aeropuerto internacional, experimentado varias ampliaciones en sus pistas y mejoras notables en su terminal y aparcamiento.

En sus 65 años de servicio, la pista contempló un accidente sin víctimas, y perdió un avión que se estrelló cerca de Madrid, falleciendo todos su ocupantes.

A comienzos de la presente década, la crisis económica, las políticas de ayudas a otros aeropuertos de la comunidad y la dura competencia ejercida desde la ciudad de Oporto frenaron el crecimiento en el número de pasajeros. En los últimos años, el aeropuerto de las Rías Baixas logró cambiar esa tendencia, volviendo a recuperar pasajeros. El pasado año, la terminal viguesa superó ampliamente el millón de pasajeros.