Elogio de Greenpeace

Antón Lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

ÁLEX ZEA / EUROPA PRESS

El Rainbow Warrior que ahora rechaza el Puerto de Vigo llegó por primera vez hace 40 años luchando contra la caza de ballenas y sigue defendiendo causas medioambientales

03 ago 2019 . Actualizado a las 12:02 h.

Decía el señor López Veiga «no aportan nada» como resumen de poner todas las dificultades posibles para que el barco de Greenpeace atracase en Vigo. Permitan que precisamente desde mi tercer Rainbow Warrior les traduzca lo que para el presidente del puerto y los armadores, valga la redundancia, significa no aportar nada haciendo memoria solamente de sus escalas en la ciudad.

No se sabe, pero el primer Rainbow Warrior (hundido por los servicios secretos franceses años después) casi entró en Vigo hace más de cuatro décadas luchando contra la caza de ballenas. Por primera vez vimos a alguien poniéndose entre el arpón y la ballena, jugándose la vida por defenderlas. El barco fue apresado pero finalmente se estableció una moratoria a su caza. Matarlas a cañonazos era una aberración ética y algo insostenible, y lo sigue siendo. De no haberse firmado la moratoria ya se habrían extinguido, a pesar de que otros países (contra quienes sigue luchando Greenpeace) las sigan cazando. La siguiente campaña que nos tocó cerca fue contra los vertidos radiactivos en el mar.

Cuando el Sirius llegó al puerto de Vigo, tras jugarse la vida intentando impedirlos, fueron recibidos como héroes y sigue siendo la mayor manifestación en la historia de la ciudad motivada por un tema medioambiental. Poco después se prohibieron aunque sus consecuencias siguen coleando pero ni sabíamos que existían hasta que Greenpeace lo denunció.

Por medio recibimos otras visitas de otros barcos de Greenpeace (e incluso de un autobús pidiendo firmas precisamente para la prohibición de los vertidos radiactivos) que en general no despertaron especiales pasiones porque las campañas, por aquello de la hipermetropía ambiental, nos sonaban lejanas y ajenas, como el MV Greenpeace denunciando la importación de madera tropical ilegal (tema que sigue coleando puerto de Vigo incluido) y el Gondwana reivindicando que la Antártida se declarase parque mundial, que sigue sin serlo, o bien usando Vigo como puerto base para acciones contra ENCE pidiendo, matiz importante, que dejase de contaminar, no que se fuera a contaminar a otro sitio.

La siguiente visita fue del segundo Rainbow Warrior, en plena crisis del Prestige. Justamente en aguas de las Cíes documentaron un efecto que no se había previsto: el chapapote (los famosos «hilillos») no avanzaban solo por la superficie sino que llegaba masivamente en forma de rodillos por el fondo del mar. Nuevamente Greenpeace eran bienvenidos y pocos meses después las Cíes aumentaban su (teórica) protección como parque nacional.

Quizás en ese momento el entonces Conselleiro de Pesca (puertas giratorias de la vida, precisamente el señor López Veiga) empezó a considerarles como incívicos y gamberros. Todavía no había llegado al extremo de perder los nervios insinuando que se tratase de una organización terrorista, como acaba de hacer irresponsablemente ahora. Hace justamente diez años el mismo Rainbow Warrior regresaba a la ría manifestándose con el sector pesquero del Morrazo (nuevamente bienvenidos) contra el proyecto de construcción del puerto deportivo en la antigua fábrica de Massó; si, los de la caza de ballenas. La de momento última visita fue el Esperanza, apedreado en el puerto y con una manifestación de las fuerzas vivas de la ciudad y los partidos pidiendo su expulsión tras ser recibidos como héroes en Burela por los mismos.

Permitan añadir un dato irónico: una de las pancartas que portaban los representantes del sector pesquero (industrial) gallego decía «Greenpeace, mercenarios ¿Quién os paga vuestros salarios?» simultáneamente los volanteros franceses se manifestaban contra Greenpeace y no tenían ninguna duda: les pagaba… el sector pesquero gallego. Recordemos que solo la presión brutal del lobby industrial consiguió evitar la intención original de la Unión Europea: la prohibición total del destructivo arrastre en aguas profundas que, inevitablemente, algún día llegará y era el objetivo de aquella campaña. Para «no aportar nada» no está mal el resumen, incompleto, y lo que nos queda también en Vigo, donde sin duda algún día algún barco de Greenpeace volverá, y será bienvenido.