
El equipo de balonmano de O Rosal cuenta en sus filas con los charrúas Maxi Cancio y Gaby Chaparro
15 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Se conocieron hace años en la selección y ahora comparten vestuario en el Novás. Aunque uno nació en Montevideo y el otro en Asturias, Gaby Chaparro y Maxi Cancio comparten nacionalidad uruguaya y el carácter que ambos coinciden en señalar que es representativo de los deportistas de este país y que están tratando de aportar al equipo que desde esta temporada dirige Quique Domínguez en División de Honor Plata de balonmano.
«Lo que nos identifica y quizás nos diferencia es el compromiso, la entrega, no bajar los brazos», explica Chaparro, nacido en 1995 y que vive su segunda campaña en España tras vestir la temporada pasada la camiseta del Puente Genil de Asobal. Le encuentra una explicación muy clara a estos rasgos de los deportistas de su país: «Nos cuesta tanto llegar, que nos aferramos a eso. Tenemos que seguir, nos esforzamos mucho para llegar y para mantenernos tenemos que hacerlo aún más», comenta.
Cancio, de madre uruguaya hija de gallegos, nació en 1984 Oviedo, pero responde en un primer momento que «depende» a la pregunta si se siente más español o uruguayo. Enseguida matiza: «Casi me siento más uruguayo por momentos. Tengo doble nacionalidad y desde que me estrené como internacional he ido allí casi cada año», comenta. Coincide con Chaparro en que comparten «un ADN especial» que se traduce, explica, en «la garra y el coraje» que muestran a la hora de competir.
Los inicios de ambos en el balonmano fueron diferentes. Chaparro, criado en Uruguay, iba contracorriente. «Vengo de un país muy futbolero. Lo normal es que los nenes hagan fútbol y las chicas handball», constata. De hecho, él probó «todos los deportes que se puedan imaginar» hasta que a los 15 años llegó al definitivo. «Un equipo buscaba gente y probé. A partir de ahí fue todo progresivo pero rápido. Con el tiempo me llamó la selección cadete, luego la sénior y empecé a soñar con algo más», dice sobre su llegada a Europa. Recuerda que para ir a mundiales tenía que costearse los viajes y las inscripciones.
Y si Gaby está aún comenzando su andadura deportiva a este lado del charco, su ahora compañero de equipo lleva más de diez clubes españoles a sus espaldas, el último antes del actual, el Cangas de Asobal, por lo que los tienen en común también haber retrocedido de categoría con respecto a la pasada campaña. «Va llegando una edad, tengo familia y moverme era complicado. Así que busqué la opción que más me convenía en la provincia de Pontevedra», detalla sobre su fichaje.
Tampoco para Chaparro fue un problema cambiar Asobal por Plata. «Llegué directamente a la élite española y fue una experiencia linda de la que aprendí mucho. Quizá deportivamente no fue mi mejor año, pero fue cumplir un sueño y fue positivo», sostiene. Sobre la categoría en que compite ahora, y donde sí se está sintiendo importante aunque haya cosas que mejorar, indica que «también es una buena liga con nivel alto» y se muestra «encantado» de formar parte de ella.
Cancio, por su parte, no ha tenido todo el protagonismo que hubiera querido por problemas físicos. «Llevo un mes sin estar al 100 %. Son circunstancias que pasan y hay que adaptarse», acepta. «Ya tengo problemas de viejo: el cuello, la espalda... Llevo pensando en dejarlo desde los 16, cuando después de 14 horas de autobús pensabas en llamar a tu madre para que te borrara de esa actividad», recuerda entre risas. Al final, pesa más lo que le da el deporte. «Si estoy tres días sin entrenar, tengo mono. Lo voy a estirar todo lo que pueda».