Pedro Mouriño: «La Sputnik habría dejado millones en Galicia»

Carlos Punzón
carlos punzón VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vázquez

Mantiene que hay una campaña de desprestigio contra Rusia; «es un país de libertades», alega

07 sep 2021 . Actualizado a las 00:25 h.

Considera la superficie de su despacho como territorio de Rusia, aunque esté ubicado al pie de la viguesa calle del Príncipe. Se define incluso como prorruso, pero con su visión de la política internacional no haría falta que detallase su adoptada filiación. Pedro Mouriño (Santiago, 1974) habla de Rusia como «un país completamente libre», como salida necesaria para el futuro de Europa, como reserva de materias primas o laboratorio tecnológico y de innovación. Hasta la ve como espacio ecuánime respecto a la homosexualidad: «Lo que no se hace es incentivarla, ni decirles a los niños que elijan, o llenar de banderas arcoíris los espacios institucionales. Y es que en España se promueve», asevera.

Mouriño es cónsul honorario de Rusia en Galicia desde el año pasado y defiende con datos e historia el águila bicéfala de su escudo, rechazando incluso cualquier incongruencia en ser militante del PP y defensor de la causa de Putin. «Rusia está llevando a cabo una revolución conservadora. Es el país más conservador de Europa», mantiene, para añadir que el gigante del Este «sufre una continua campaña de desprestigio, «una leyenda negra que nos han inculcado desde pequeños en las películas y mentiras tendenciosas e interesadas», que, como en el caso de la vacuna Sputnik V contra el covid-19, atribuye a lobis occidentales. Admite que ese caldo de cultivo genera cierta desconfianza hacia lo ruso, que lleva a la gente a pensar en mafias y manos negras. De hecho, estima que le han investigado «por representar al Gobierno ruso».

Fue el PP lo que le llevó a hacerse rusófilo, haber hecho unos 60 viajes al otro lado del continente y acabar luciendo la carta credencial firmada por el ministro Sergey Lavrov para representar a los 800 rusos que, calcula, viven en Galicia. Cuenta que cuando era vicepresidente de la EDS, la organización estudiantil oficial del Partido Popular Europeo, una delegación de jóvenes rusos del partido de Putin se presentó con la intención de ser admitida. Polonia y otros países limítrofes los vetaron. «No pudo ser, pero hice unas grandes relaciones». Y de allí a representar ahora intereses de Gazprom en España y tratar de vender aquí sus asfaltos, o los polvo de aluminio de Rusal, el líder mundial del sector, apunta él mismo.

Pero si algo ha colocado a Pedro Mouriño ante los focos ha sido su intermediación con la Comunidad de Madrid para venderle la vacuna Sputnik. Atribuye a la campaña electoral de dicha comunidad que saliese a la luz «para hacer daño», pero insiste en que todo era legal y formal, «como lo ha sido en los 68 países donde ya se administra». Mouriño cree que las competencias de compra de la vacuna son en España de las comunidades y por eso respalda las conversaciones que, afirma, hubo con más autonomías. «Con Galicia no. Feijoo no es de los que asume riesgos», apostilla.

Álbum familiar

Producción en O Porriño

Pero no solo intermedió para el Fondo Ruso de Inversión Directa en la venta de la Sputnik, sino que cerró un acuerdo con la planta del laboratorio de la empresa Zendal en O Porriño para producirla masivamente. «Se había culminado ya la fase de transferencia tecnológica y científica y de haberse autorizado la vacuna en la Unión Europea se habría empezado a producir ya este otoño», asegura, alegando presiones de las farmacéuticas europeas para explicar la lentitud en su tramitación. «La producción de la Sputnik habría dejado millones en Galicia y en España, habría sido el contrato más grande de Rusia aquí», asegura. «Pero se ha sembrado la semilla», augura, para aludir al desarrollo y producción próxima de otros fármacos rusos en España.

Muestra un sinfín de correos electrónicos y documentos, tapando los detalles confidenciales, para apuntalar casi todo lo que dice. Maneja las pruebas con la destreza del intermediario, de la inversión que canaliza a través de su empresa, IberAtlantic. Y además de papeles, las fotos le saltan del móvil. «Conozco a infinidad de líderes mundiales», dice con naturalidad, y muestra fotos con Netanyahu, Erdogan o con Pablo Casado. Con el presidente popular en Rusia, en Sudáfrica, Angola, México, haciendo el Camino de Santiago o tras una comida en Galicia hace unos días. «Sí. Soy amigo del futuro presidente del Gobierno». Y continúa mostrando enlaces a noticias que atesora donde se le cita hasta en la web del Nasdaq.

A su tarjeta de visita le ha añadido este año una vertiente deportiva-institucional, la de vicepresidente primero del Rápido de Bouzas, club vigués recientemente convertido en sociedad anónima deportiva. «Tenemos un proyecto para convertirlo en una academia de fútbol muy potente», dice con énfasis empresarial. «Es sueño y ambición». El objetivo es convertirlo en el segundo equipo de Vigo «y jugar en el estadio de Balaídos si llegásemos a Segunda. Tendríamos que compartirlo con el Celta ya que es público, como hacen en San Siro el Inter y el Milán», sueña Pedro Mouriño, vacunado, por cierto, con Pfizer.

En una agencia de la propiedad industrial como responsable comercial. Fue la última vez que trabajé por cuenta ajena. Para mí, es muy importante la libertad, no responder a un jefe. Ahora no tengo límites.

Muchos países. Pero he ido más de 60 veces a Rusia. Ir allí marcó un punto de inflexión en mi vida. Lo mismo que cuando fui a Israel. Soy muy partidario de establecer lazos con ellos también y hay mucha predisposición en contra.

En detalle

Su primer trabajo. En una agencia de la propiedad industrial como responsable comercial. Fue la última vez que trabajé por cuenta ajena. Para mí, es muy importante la libertad, no responder a un jefe. Ahora no tengo límites.

Viaje especial. Muchos países. Pero he ido más de 60 veces a Rusia. Ir allí marcó un punto de inflexión en mi vida. Lo mismo que cuando fui a Israel. Soy muy partidario de establecer lazos con ellos también y hay mucha predisposición en contra.