
A Luces de Bohemia, situada en pleno centro de Vigo, acuden desde los antiguos clientes de la discoteca Nova Olimpia hasta las autoridades. Sus puntos fuertes son el chocolate con churros y las actividades sociales
24 sep 2021 . Actualizado a las 22:23 h.Si alguien domina la hostelería en Vigo, ese es Antonio González y su hermana Carmen. Su cafetería Luces de Bohemia, en la calle Colón, es una superviviente nata del sector en el centro de la ciudad. Cuando la mayoría sucumbía a las suculentas ofertas de grandes cadenas comerciales, este establecimiento se propuso seguir adelante y logró mantener el tipo. No solo eso, sino que ha sabido conservar la clientela de toda la vida y captar a nuevas generaciones a base de eficacia y mimo. El negocio tiene sus propias fórmulas y reglas que los responsables no dudan en desvelar orgullosos.
«Llevamos 34 años abiertos al público en el centro de Vigo y parte del personal está con nosotros desde entonces. El que menos tiempo lleva ya son 18 años... Esto no es normal, más que un negocio parece una familia, como si fueran nuestros hijos, todos tiramos del negocio y eso es muy importante, es como si fuera de ellos y se transmite a la gente», comenta Antonio.
Otro detalle no menos importante es la fidelidad de los clientes de todo tipo y condición, desde el alcalde Abel Caballero al presidente del Celta, Carlos Mouriño, pasando por jugadores del equipo, vecinos del entorno y personas de diversas zonas de la ciudad. Todos han tomado la cafetería como su casa, acostumbrados al trato familiar que reciben. «Son como amigos».
«El mismo trabajo se puede hacer bien o mal, y nosotros procuramos hacerlo muy bien y con ganas. Yo estoy enamorado de mi trabajo, o mejor dicho, con mi negocio, porque para mí no es un trabajo, disfruto con él. Todos los días tengo ganas de venir», destaca.
La variada oferta es otro de los atractivos de la cafetería. El punto fuerte de Luces de Bohemia es el chocolate con churros. «Recién hechos», matiza. Tal es su fama, que durante el cierre del local por la pandemia tenían cola en la puerta para llevarlos a casa y despacharon «miles».
«Cuando estuvimos cerrados los clientes venían a verme. Estaba encantado, el cliente me lo da todo», añade orgulloso Antonio al recordar esa difícil etapa. No es la primera vez que les toca vivir una crisis. Ya lidiaron con la del 2008 y, sin embargo, salieron a flote con la colaboración de toda la plantilla.
Al estar enclavada en una zona de oficinas y negocios, Luces de Bohemia ofrece menús del día. En la actualidad mucha gente trabaja en casa, pero aun así se siguen acercando al establecimiento. También ha sabido ampliar la oferta y adaptarse a los nuevos gustos y modas, como la de los gofres y creps, que pese a llevar menos tiempo en carta ya se han labrado fama y son muy solicitados.
La terraza, «amplia y sin molestar», ha sido un revulsivo en estos tiempos de restricciones en la hostelería, como para tantos otros negocios. Desde ella se aprecian el mar y la calle del Príncipe, según el sentido, un lujo en pleno centro urbano.
Pero Luces de Bohemia no es simplemente una cafetería al uso. Su amplia superficie distribuida en tres plantas da para mucho y se ha aprovechado para la programación de actividades. Tras el parón por la situación sanitaria, esperan retomar pronto los bailes para mayores, la música en directo, las clases de baile, fiestas de cumpleaños y comidas de grupos, iniciativas que habían puesto en marcha.
«En diciembre retomaremos la actividad, nos reclaman los bailes de la tercera planta. Tuvimos la ventaja de que cuando estaba abierto Nova Olimpia la gente venía antes aquí a tomar el café y muchos de aquellos clientes vienen ahora a los bailes para la tercera edad. Son dos días a la semana, voy a poner lunes y miércoles, y los sábados será música en directo para todo el mundo. La gente necesita distracciones y cada día hay menos sitios donde desahogarse y encontrarse con los amigos», apunta el propietario.
Antonio no cree que sus hijos sigan con el negocio. Han visto la vida sacrificada de sus padres y prefieren enfocar el futuro hacia otras profesiones.
«Empezamos en esto con mis padres y hasta los cincuenta vamos a continuar porque creo que estaré yo. La siguiente generación no está por la labor, ven nuestro sacrificio y creen que es muy sujeto, piensan diferente. Los primeros trece años, desde 1987 al 2000, no cerramos ni un día. Ahora, los domingos».
Durante la pandemia tuvo al personal en ERTE unos meses. Ahora ya no está nadie, el negocio va bien y el verano también fue muy bueno. Son seis camareros y dos personas en la cocina las que integran la plantilla.