Aboga por cambiar el modelo de subvención como motor cultural, un «mal endémico de España»
23 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Mirada fija, cuerpo inmóvil pero manos y brazos acompañan sin descanso a la expresión de su pensamiento, como el director marca la pauta a sus instrumentistas. Citas a músicos, compositores, cantantes, escritores, cineastas, ciudades y países se intercalan en las respuestas de Eduardo Soutullo (Bilbao, 1968), hombre sinfónico, creador poliédrico y davinciano que, con la música como lienzo, se ha adentrado con éxito también en el cine documental y la literatura.
«Empecé tarde con la música, en la adolescencia. Por lo general, las carreras en este mundo suelen comenzar a los diez años». Él tenía 14 cuando arrancó sus estudios en el conservatorio de Vigo, cuando pasó de escuchar entonces rock progresivo a comprender el «otro idioma» que reflejan las partituras. «Es indescriptible encontrar y leer una partitura del siglo XVII», asegura, añadiendo que no ha cambiado tanto el lenguaje musical desde entonces como sí lo ha hecho el común de las lenguas.
Eduardo Soutullo es una persona precisa, se adivina que puntillosa incluso. En aras de ese escrúpulo, enseguida matiza que su obra nada tiene que ver con la de su tío bisabuelo Reveriano, el autor del casi centenario pasodoble Puenteareas. Igualmente insiste en clarificar que haber nacido en el País Vasco fue algo meramente circunstancial. La emigración marcaba caminos que también siguieron sus padres, que tomaron al año siguiente de nacer él la ruta de vuelta. Acepta por ello que se pueda afirmar que los de Vigo también nacen donde quieren o pueden, incluso en Bilbao.
Huye de etiquetas, especialmente de la que se le suelen colgar para describirlo como compositor de música contemporánea. «Soy compositor de música sinfónica. Lo de contemporáneo tenía sentido cuando en el siglo XX se pretendía romper con lo anterior. No me gusta esa etiqueta, se presta a confusión».
No es usuario de los grandes portales proveedores de música en internet. Cree, de hecho, que aunque pudiera parecer lo contrario, la red ha matado la inquietud por indagar, buscar otros estilos, probar cómo suenan músicos desconocidos. «Internet no ha favorecido en nada a la música», afirma rememorando a Stravinski cuando aseguraba que la radio no ayudaba a disfrutar de la música. «Ahora no se ayuda a disfrutarla ni a apreciarla», reitera, comparando a internet como un saco con tan inmenso contenido que hace imposible llegar a obras y músicas diferentes y no sucumbir a los bombardeos comerciales.
El reconocimiento a Soutullo le llega en forma de premios y honores desde un sinfín de lugares: Croacia, Reino Unido, Estados Unidos, Polonia, Rusia, Italia, Dinamarca... y diversos puntos de España. «Lo ideal es que no hiciesen falta los premios, pero existen y son necesarios para que se difunda y conozca la obra de quienes optamos a ellos». Contrapone el ejemplo de Finlandia, donde atestigua que no hay premios a la composición. La difusión allí es constante, dice. Ciudades como las más habitadas de Galicia pueden contar incluso con dos sinfónicas. «Lo importante es difundir, no hay otra manera». Y a los políticos les propone un reto: «llevar la música a todos los barrios».
Tiene una espina clavada. Su opera basada en la pieza de teatro de Valle-Inclán Romance de lobos aún no ha sido estrenada. Y como no es el único que no ve como nuevas obras salen a la luz del público, no duda en reclamar otra política cultural desde todas las instituciones, otra manera de apoyar la cultura que supere «el mal endémico en toda España de la subvención, que al final se la llevan siempre los mismos». Aboga en cambio por la participación directa y con implicación de las instituciones en la producción artística, como señala hace Canadá, con libertad, añade, para no caer en intervencionismos ni dirigismos del poder.
Se apunta al apasionamiento en la creación artística de Onetti frente a la disciplina de Vargas Llosa. Describe su forma de trabajar como la de Camilo José Cela, que tenía varios proyectos en distintas estancias de su casa a los que se dedicaba según se inspirase. Por eso Eduardo Soutullo ha trascendido la composición sinfónica para escribir una novela (Olozábal, el último zarzuelista, en el Madrid de la movida), y varios documentales, que abarcan desde visiones de Cuba, Michael Jackson, Lars Von Trier o el más reciente y ya premiado de Canciones para los niños muertos en Auschwitz, basado en la historia de una prisionera ginecóloga que ayudo a abortar a cientos de reclusas para impedir que el médico nazi Joseph Mengele las utilizase para sus experimentos y vivisecciones. Cine y literatura las vincula así a la música. «Es de lo que sé», señala, recomendando a todo aquel que se quiera adentrar en el mundo literario, y en el artístico en general, a comenzar por aquellos temas, las disciplinas que conozca. El primer paso puede ser decisivo.
EN DETALLE
-¿Primer trabajo?
-Profesor del Conservatorio Superior de Vigo, donde empecé a estudiar a comienzos de los años ochenta cuando tenía 14 años. Es una edad que se considera tardía para iniciar una carrera musical. También trabajé después en el Conservatorio Superior de Ourense.
-¿ A qué causa se entregaría?
-No tengo respuesta a esa pregunta.