Portanet quiso unir con un viaducto el Paseo de Alfonso y Torrecedeira

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

El proyecto fue anunciado en 1970, pero la falta de financiación impidió que se construyera el paso elevado junto al olivo

03 may 2022 . Actualizado a las 00:10 h.

El 14 de febrero de 1970, el entonces alcalde de Vigo, Rafael Portanet, se dejaba fotografiar ante un gran cartel que anunciaba las obras de conexión del Paseo de Alfonso XII y la calle de Torrecedeira. Nunca llegó a materializarse debido a una rocambolesca historia que incluyó la adjudicación provisional de las obras antes de tener el dinero necesario para ejecutarlas.

La historia del proyecto del Viaducto del Olivo, llamado así porque arrancaba desde el emblemático árbol vigués, nació el 26 de junio de 1969, cuando la corporación municipal aprobaba en pleno la ejecución de un nuevo vial que cambiaría la fachada de la ciudad. Se argumentaba que todas las calles, salvo la Gran Vía, estaban saturadas de tráfico y se proponía un viaducto de 18 metros de ancho y quince, de altura, como solución al embotellamiento que se producía en el tráfico que cruzaba el centro de la ciudad por el Paseo de Alfonso XII. El viaducto desembocaría en la entrada de la calle de Torrecedeira, después de recorrer algo más de un kilómetro de longitud.

Decía el informe técnico que la acera constituiría un «espléndido mirador». Cuando se presentó y aprobó el proyecto se señalaba que el plazo de ejecución de las obras sería de dieciocho meses, y el presupuesto ascendería a 34,3 millones de pesetas. Portanet llegó a decir que estaría inaugurado, el mencionado viaducto, el 28 de noviembre de 1970.

Pero ahí empezaron los problemas del espectacular vial, porque había que conseguir el dinero necesario. Portanet emprendió el acostumbrado viaje a Madrid para explicar el proyecto en el Ministerio de Hacienda, con el objetivo de que autorizara la solicitud del préstamo en el Banco de Crédito Local.

Salía el mítico regidor del encuentro con «las mejores impresiones», como se afirmaba en El Pueblo Gallego el 5 de julio. «Es de esperar que el crédito sea concedido en breve plazo», se decía en el periódico. No obstante, a finales del mes de octubre de 1969, el alcalde regresaba a Madrid con el mismo objetivo, pedir el respaldo ministerial para conseguir el crédito. ¿Qué había pasado, que el crédito no se había concedido?

La explicación se encuentra en el cambio de Gobierno que se produjo en octubre y que situó a Alberto Monreal al frente del Ministerio de Hacienda. La crisis de gobierno provocó que tuvieran que reiniciarse las gestiones en la capital de España. Rafael Portanet consiguió por segunda vez el respaldo del Gobierno para solicitar el crédito al Banco de Crédito Local.

El 31 de enero de 1970, Portanet ponía fecha para la inauguración de las obras, el 14 de febrero de 1970. Ese mismo día se iniciarían otras importantes obras

estructurales en la ciudad, como la urbanización de la calle de Aragón o la avenida de Castrelos. Y llegó el día, y el alcalde se dirigió a cada uno de los puntos donde se iniciarían las obras para inaugurarlas. En el Paseo de Alfonso XII se situó un gran cartel anunciando la obra, cuya ejecución ya había sido aprobada provisionalmente.

Pasaron las semanas y las obras no comenzaron, a pesar de que el cartel seguía ubicado en el mismo emplazamiento. El 14 de abril, Antonio Ramilo presidía su primer pleno de la corporación como alcalde de Vigo, tras sustituir a Rafael Portanet.

Aquel día, los vigueses recibieron la sorprendente noticia de que los créditos destinados al viaducto y a la urbanización de la calle de Aragón no habían sido concedidos.

La corporación se enfrentaba a un grave problema porque había licitado provisionalmente las obras sin la provisión de fondos necesaria. Además, cuatro días después, tendría adjudicar definitivamente las obras. Ramilo explicó al pleno que, o bien, realizaba solo la obra de la calle Aragón con cargo al superávit municipal del año 1969, o bien, dejaban sin efecto las adjudicaciones y comenzaban nuevamente a tramitar los créditos.

Por su parte, las empresas constructoras amenazaron con iniciar una reclamación por los daños ocasionados. Así que la única solución que se les ocurrió fue olvidar el proyecto.