Laura Llauder, miembro del Consejo Internacional de Danza de la Unesco, es pionera en danzaterapia para niños con capacidades diversas, una disciplina que practica desde hace más de veinte años. «Cambiando tu postura cambias tu mente»
25 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.La plaza de San Marcos de Venecia vibró en el 2003 con uno de los espectáculos de la coreógrafa Laura Llauder. Fue la primera vez que un chico con síndrome de Down actuaba en el palco oficial del Carnaval de Venecia. «Fuimos pioneros, no se ha vuelto a ver», explica la bailarina. Llauder lleva más de dos décadas demostrando el poder abrumador de la danza, una expresión artística que comunica sin mediar palabra y que, según Llauder, miembro del Consejo Internacional de Danza CID de la Unesco, puede ser tremendamente terapéutica. «Yo me crie en un colegio, O Pelouro, pionero en la integración para niños con capacidades diversas. Mis padres crearon ese centro y toda mi vida he visto los beneficios que la danza tenía para los niños. A los 18 años sabía que todo eso quería llevarlo a los escenarios».
Su compañía, Eudanza, ha convertido en artistas a chicos y chicas con dificultades que, una vez se ponen bajo la dirección de la coreógrafa, descubren una nueva forma de estar en el mundo. «Funciona con niños con autismo, niños que a través del movimiento se desbloquean emocionalmente. Una de las cosas que más me emociona es ver cómo el baile borra las etiquetas de la sociedad». Su método se pone en práctica día a día en el centro educativo, un modo de enseñar que no solo ayuda a superar las barreras mentales, también las sociales. «Ver bailar a niños con síndrome de Down, con ese respeto, esa ética que ponen en el movimiento... Es muy emocionante. Tenemos niños con Asperger, espectro autista... Como no hay etiquetas, cada uno se expresa desarrollando su máximo potencial, el objetivo es que todos salgamos ganando y que todo el mundo salga ensalzado. Todos somos iguales y todos podemos bailar».
Bailarina y filósofa
Llauder sabía que quería ser bailarina desde que tenía 3 años, lo que no impidió que a los 18 se matriculase en Filosofía, una carrera en la que se licenció sin descuidar su principal afición. «Los filósofos griegos ya bailaban, hacían música, no es el concepto actual de la filosofía que solo se centra en la mente. El neurólogo Antonio Damásio habla del error de Descartes, que separaba la mente del cuerpo. En los orígenes de la filosofía eran un todo». La coreógrafa ha escrito dos libros, Eudanza y Alma a Tierra, en los que profundiza sobre el poder transformador del movimiento en niños y adultos. «El baile facilita la conexión mente-cuerpo, el movimiento te permite exteriorizar. Cuando cambias tu postura, cambias tu mente. Se han hecho estudios que demuestran que la danza mejora a personas con enfermedades como alzhéimer o párkinson». La bailarina insiste una y otra vez en la necesidad de no poner etiquetas, ni siquiera de edad, para que cada uno pueda desarrollarse a su ritmo.
La suya fue una educación poco convencional en el centro neuropsicopedagógigo O Pelouro, en Tui. «Yo tenía a Morris de profesor cuando tenía ocho años, él me abrió a la belleza de la interpretación y el teatro. Lo que más me ha marcado es la belleza de la diversidad que siempre he visto a mi alrededor», explica Llauder. «Agradezco a Juan y a Teresa, mis padres y fundadores de la escuela, que me hayan criado en ese contexto». La coreógrafa defiende que la danza forme parte del currículum educativo en la enseñanza pública. «El ritmo es innato, lo percibimos desde que estamos en la barriga de nuestras madres, el latido del corazón. Antes que la palabra, en el ser humano ya está el movimiento».
Llauder bailó con Rafael Amargo y con la compañía Corps en el Auditorio Carlos III de Madrid. «Hay bailarines profesionales que me dicen que no son capaces de improvisar, es preocupante. Estoy dando clase en el Consejo Internacional de Danza de la Unesco con grandes como Igor Yebra o Antonio Najarro y es emocionante oírlos hablar sobre cómo la danza tiene ese enorme potencial, creo que la emoción tiene que estar por encima de la perfección. En un espectáculo no me fijo en quién baila mejor si no en quién me transmite más».
Llauder sigue con sus clases magistrales de danza como la que impartirá mañana domingo y el próximo día 2 de julio en O Pelouro, mientras planea su viaje a Atenas, donde asistirá al Congreso Internacional de Danza. «Están llegando proyectos internacionales maravillosos. La pandemia me ha servido para parar y seguir formándome en este campo». Proyectos que lleva a cabo sin restar tiempo a su pasión: bailar. «Bailo a diario y le recomiendo a la gente que baile, que elija la música que le guste, la escuche y conecte con ella. La danza es meditación en movimiento, si tienes un problema y bailas, cambias el patrón mental y eso ayuda. Donde va la atención, va la energía».
Su canción favorita
«Corazón libre», de Mercedes Sosa. «Esta canción hace muchos años que la bailo y creo en lo que dice. Hay que conectar más con el corazón porque eso hace que salga lo mejor de ti, tu esencia y la verdad que todos tenemos. Lo más importante para mí es tener un corazón libre y mirar a la gente a los ojos».