Un viaje de 100 años en el tiempo para echar una mano en Guatemala

MÍRIAM V. F. VIGO / LA VOZ

VIGO

CEDIDA

El ciclista vigués Brandán Márquez afronta varios retos solidarios en Centroamérica

12 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Brandán Márquez (Vigo, 1982) no para. El ciclista continúa compitiendo, compatibilizando el ultramaratón con su trabajo de jefe de dotación en el parque de bomberos de Peinador y, por si fuera poco, ha encontrado tiempo para irse unos días a Guatemala. Allí, como parte de una iniciativa de la asociación Social Ciclismo Fan Manager viguesa, se ha marchado a realizar una serie de retos solidarios relacionados con su disciplina.

El deportista explica que la idea con la que han acudido es «fomentar el turismo deportivo y crear una escuela para dar alternativas a los niños que están en la calle y no tienen muchas más salidas», tratando de evitar que adquieran malos hábitos. A través de los desafíos deportivos que ya ha comenzado a realizar junto a más miembros de la asociación, pretenden también dar a conocer la zona, con parajes naturales de gran atractivo pero poco conocidos.

Detalla Márquez que van organizando diferentes jornadas. El primer día, se desarrolló una carrera con un circuito mitad urbano y mitad por la montaña. «Se animaron bastantes niños. Se establecieron varias categorías e hicieron una especie de yincana» cuenta. En cuanto a él, en la ciudad de Guastatoya se propuso «hacer el máximo de vueltas posibles en dos horas a un circuito de siete kilómetros, cruzando puentes colgantes» y combatiendo el calor y la humedad.

Pero las condiciones climatológicas no son los únicos impedimentos, el riesgo está presente en muchos momentos. «Aquí, la seguridad es la fe en Dios. Se viaja en pick-up en la caja; los de dentro, sin cinturón y hablando por teléfono; en las motos, tantos como quepan y, por supuesto, sin casco, eso es cosa de señoritos», cuenta. Tiene la sensación de «haber retrocedido 100 años en el tiempo», pese a lo cual recalca que la experiencia está mereciendo mucho la pena.

El segundo reto era la ascensión a la Sierra de las Minas, a unos 2.600 metros de altitud, con 35 kilómetros de subida. La tormenta tropical Julia «puso la cosa divertida» con gran cantidad de agua y barro «del que parece lija para la transmisión de la bici». Consiguieron llegar, pero a falta de dos kilómetros, Brandán decidió dar la vuelta dados los desprendimientos y lo angosto del camino. «Ya era el único inconsciente que seguía subiendo. Ni la moto de asistencia ni el 4x4, así que me volví a donde me esperaban», relata.

Por el camino, iban pasando por los pueblos y llevando a los niños «material escolar, libretas, bolis, algo de ropa, chuches...». Dice que no disponen de demasiados medios para esa labor humanitaria, pero que con estas actividades ponen el foco en parajes muy desconocidos. «Mucha gente vive a 40 kilómetros y no ha ido nunca. Son zonas despobladas, pueblos casi indígenas. A muchos no llega ni la electricidad», detalla.

Estará allí hasta el domingo y el siguiente reto previsto para estas últimas horas era llegar a Esquipulas, unos 135 kilómetros, con un par de puertos de entre 1.600 y 2.000 metros de altitud. «Dependemos mucho de cómo evolucione el tiempo, porque están en alerta por la tormenta tropical y es una ruta bastante larga. Iremos viendo sobre la marcha qué nos permite la meteorología», señala.

Está encantado con el recibimiento que están teniendo. «Son gente acogedora y amable, nos tratan muy bien». Además, para ellos es «exótico» que personas de otros países y culturas se interesen y preocupen de lugares desfavorecidos como los que ellos están visitando, añade Brandán.

Segunda vez en Guatemala

Márquez ya había estado en este país hace diez años, pero de una manera completamente distinta. «Era una prueba competitiva por etapas, el Reto Quetzal», rememora. Si compara esta Guatemala con la que conoció entonces, concluye que «poco ha cambiado, con montañas infinitas con volcanes y selvas vírgenes».

Le propusieron este viaje hace unos tres meses y ha hecho un esfuerzo tanto para compaginar con familia, trabajo y competiciones como a nivel económico. «Es una experiencia especial, una nueva aventura para mí y, a la vez, un descubrimiento de nuevas culturas y, sobre todo, la parte social, que es fundamental».