Los concejales de Vigo se abrazaron para escuchar el «Happy Christmas» de John Lennon mientras Abel Caballero hacía su performance y un ejército de clones le aplaudían
20 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Suena el Happy Xmas de John Lennon en la Porta do Sol de Vigo y un grupo de señores y de señoras se abrazan sobre un escenario y se mecen de un lado a otro, en perfecta sincronía, siguiendo el melancólico tempo de la canción, izquierda, derecha, izquierda, derecha, a 73 golpes por minuto. Hace unos instantes, Abel Caballero los ha exhortado —«tenientealcaldes, concejales, concejalas»— a ayudarle con la cuenta atrás más rara de la historia: un 40 % en inglés, (ten, nine, eight, seven), un 40 % en castellano (seis, cinco, cuatro, tres) y un 20 % en gallego (dous, un), un modelo lingüístico inédito. En el gobierno local nadie se esperaba ese reparto y los ediles han ido pronunciando cada número con una pequeña latencia, como si fueran hologramas y las pistas de vídeo y de audio estuviesen ligeramente desajustadas. Parecían temerosos de cambiar de idioma cuando no tocaba. De decir, por ejemplo, «sete» donde iba un «seven», o «four» donde correspondía un «cuatro»; y cargársela. Qué más daría, quién lo iba a notar, si Abel Caballero le grita al micrófono que tiene a tres centímetros de la boca como si se tratase de otro tenientealcalde o concejal o concejala.
Después del cero, cuando la melancólica Christmas de Lennon crea un pegajoso aroma de paz y amor que se extiende a lo largo de la calle del Príncipe, por Policarpo Sanz y también por Elduayen, esos señores y señoras se abrazan y se mecen de un lado a otro, bien amarrados y homogéneos. Elena Espinosa coge de ganchete a Carmela Silva y a Carlos Font al mismo tiempo. María José Caride abraza con amplitud a Yolanda Aguiar y a Javier Pardo, y este toma por la cintura a Ángel Rivas, que vive el momento con emocionada devoción. De fondo, las voces infantiles de la canción silabean una frase genuinamente setentera: «War is over if you want it, war is over if you want it». Los concejales y concejalas se mecen tan al unísono que, a pesar a ser compañeros de partido, parecen creerse de verdad el mensaje de la canción.
Pero ninguno se atreve a arrimarse demasiado al jefe. Es el único que permanece solo, en el centro, agarrado a nadie más que a su micrófono. Nadie osa tocarlo, como si un campo magnético o un halo divino lo separasen del resto de las personas. Lo más probable es que sea esto último, porque hace solo unos instantes, Abel Caballero ha dicho que gracias a «un decreto del alcalde» había dejado de llover en Vigo justo cinco minutos antes del encendido, y entre que hablaba de sí mismo en tercera persona y que lo de la lluvia era cierto, los ediles le reían la gracia, por si acaso, con evidente nerviosismo. A ver quién se lo niega. De vez en cuando, Abel separa una mano del micrófono y toma la de su señora, Cristina Alonso, que soporta el momento con la elegante discreción que suele lucir en estas ocasiones.
Los concejales y concejalas se mecen tan acompasadamente que parece que, entre junta de gobierno y junta de gobierno, han estado ensayando sin descanso, conscientes de la gravedad del momento político que viven. Miles de personas han acudido este sábado por la tarde a la Porta do Sol desafiando la previsión de lluvia, con el determinante objetivo de ver en directo cómo se encienden unas luces de colores, y ahora disparan metralletas de selfis con sus móviles de última generación. Casi todo el mundo tararea la canción que John Lennon escribió en 1971 contra la guerra de Vietnam y que ha mutado de símbolo hippie en himno al consumismo navideño. Sorprendentemente, en la primera fila, se ha convertido en tendencia una careta del alcalde que llevan decenas de personas y parece que hay un ejército de clones infiltrado entre la muchedumbre. Varios Abel Caballeros del público aplauden a rabiar al Abel Caballero del escenario. Este lugar se llama Vigo, es 19 de noviembre y ha comenzado la Navidad.