De Perogrullo: una zona inundable se inunda

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

M.Moralejo

Los espacios anegados en torno al Lagares deben tratarse como reservorios de agua cuando hay lluvias abundantes

29 ene 2023 . Actualizado a las 19:55 h.

Si existiera la gran enciclopedia de Perogrullo nos diría que las zonas inundables se inundan. Esta serie de temporales, que confirman las predicciones avanzadas por los indicadores climáticos, que además de un calentamiento global (los últimos ocho años han sido los más cálidos desde que existen registros sistematizados) vienen acompañados por fenómenos atmosféricos extremos, que explican poder pasar de una alerta por sequía a las lluvias torrenciales con apenas unas semanas de diferencia, nos han dejado la habitual imagen del clásico desbordamiento del Lagares en Val do Fragoso.

Desde el punto de vista del Lagares toda esa zona es su planicie de inundación, aquellos espacios que los ríos modelan en sus cursos medio y bajo precisamente para eso, para ser inundadas en caso de lluvias torrenciales y actuar como reservorio de agua.

Esto era algo bien conocido por la sabiduría popular (confirmado por la ciencia) y, entre otras cosas, se traducía en que a nadie en su sano juicio se le ocurría construir su casa en estas zonas, no solo por el riesgo de inundación sino por subsistencia. Esas planicies inundables recogían el sedimento rico en nutrientes del río y, pasada la inundación, eran excelentes zonas de cultivo muy valoradas en épocas de carencia. 

Con el tiempo nos fuimos confiando y, poco a poco, aquellas tierras de cultivo se fueron abandonando y en su lugar crecieron las casas, calles y carreteras, pero el río es tenaz y las planicies de inundación seguían haciendo honor a su nombre. Recurrimos entonces a diferentes sistemas para solucionar el problema, todos muy creativos, que compartían un nexo común: ignorar como funciona un río y pensar que se puede domesticar (humanizar diríamos ahora) una fuerza de la naturaleza.

 Se desvió el cauce natural del Lagares, se canalizaron parte de sus riberas (lo que aumentaba la velocidad lineal de la corriente) con muros de hormigón o paredes de mampostería, se eliminaron sus bosques de ribera (proceso conocido como «limpiar» el río) destruyendo, además de la biodiversidad, su capacidad de retener el agua y mitigar avenidas e inundaciones reduciendo su velocidad y, finalmente, la brillante idea de plantar, en medio de la planicie inundable, la mayor fábrica de la ciudad y su estadio de fútbol, y el Lagares se convirtió en un vertedero de sólidos y líquidos.

 Para sorpresa de nadie las zonas inundables se siguen inundando. Podríamos pensar que estos errores del pasado al menos nos han servido de aprendizaje, pero en esto del empecinamiento somos más tenaces que el río. Todavía hoy seguimos levantando infraestructuras de todo tipo ocupando la planicie de inundación, confundimos regenerar el bosque de ribera con ajardinar y sobreiluminar un paseo y en los cursos fluviales mejor conservados de los afluentes del Lagares no solamente nos negamos a protegerlos, sino que planificamos ponerles encima viales de alta capacidad.

Y los vertidos, que sin duda se han reducido muchísimo, nos siguen dando disgustos. Y por supuesto el Lagares no se escapa de la permanente gresca entre administraciones reivindicando su titularidad cuando hay buenas noticias y negando tener nada que ver con el río ante cualquier problema. Al final actuamos como si tener un río cruzando la ciudad, en lugar de ser un valor añadido que aumenta nuestra calidad de vida y sirve de hogar a nuestra diversidad cada vez más amenazada fuera una molestia, un mal necesario al que nos limitamos a dar un cierto valor estético artificializando su naturaleza en algunos tramos mientras destruimos el resto. Lo que todavía ni se nos pasa por la cabeza es tratar al Lagares y sus zonas de influencia como si fuera un río.