Récord con una mano aplastada

X. R. C. VIGO / LA VOZ

VIGO

CEDIDA

A Jacobo Soler le rompieron la mano el 4 de enero, le escayolaron y tuvo que entrenar limitado con una férula, pero arriesgó y batió el récord gallego de 400

21 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Jacobo Soler Benito (Vigo, 2000), nuevo plusmarquista gallego de los 400 metros, estuvo a punto de no correr en Gallur. Un mes y medio antes, un amigo le destrozó la mano cerrando el coche y, en principio, estaba descartado para el Campeonato de España. Solo le salvó su tenacidad y, como recompensa, terminó firmando un registro de 47.77 segundos que jubilaba una marca en el libro de los récords con 16 años de vida.

La odisea de este baloncestista reconvertido a atleta comenzó el 4 de enero, cuando se rompió la mano. Fue de un modo accidental cuando un amigo suyo se la destrozó cerrando la puerta del coche. «Me aplasté la mano, se me hundió la cabeza del quinto metacarpiano y tuvieron que recolocármelo», explica. La lesión acarreó que la mano fuera enyesada, le indicaron que debía estar un mes y medio de reposo y, encima, como no podía mojarla, tampoco podía entrenar. «Estuvimos a punto de dar por acabada la temporada invernal, pero al final conseguí quitarla pronto (a los 15 días) y nos arriesgamos a correr», comenta.

Aun así, no fue fácil el período de preparación antes de la cita de Gallur. «La verdad es que tuve bastante dolor, pero cuando remitió y sacamos la escayola, ya puede correr con una férula», reconoce el atleta, que admite que lo pasó mal: «Me limitaba mucho a la hora de entrenar y luego, la espalda estaba hecha polvo. No era lo más recomendable». Encima, como no podía apoyar las manos no pudo hacer salidas en tres semanas. «En el gimnasio, tampoco podía cargar pesas ni coger nada», detalla. Aun así, decidió plantarse en el Nacional «y la cosa salió bien».

La plusmarca autonómica llegó en la semifinal del sábado y casi de un modo inesperado. «El récord no era un objetivo, pero es algo que siempre está presente. Además, llegó en la última carrera, cuando ya no había más oportunidades, y fue un buen final. Conseguí el récord con buenas sensaciones», valora. El atleta, que milita en el Pamplona, corrió en la segunda semifinal del 400 en una carrera ganada por Manuel Guijarro, a la postre, medalla de bronce.

La historia del récord gallego de los 400 metros siempre aparece rodeada de episodios para el recuerdo. En 1979, en el Europeo de Viena, lo batió Isidoro Hornillos después de ser repescado para la final tras una reclamación. Aquella marca estuvo vigente hasta el 2007, cuando Darío Vázquez, hijo del entonces Conselleiro de Medio Ambiente, le arrebató un récord que duró 16 años. «No llegué a conocer a Darío. Cuando me pasé al 400, hace dos años, le eché un vistazo y el año pasado confiaba en que saliera, pero fue este año de un modo más inesperado», comenta Jacobo, que ya recibió un mensaje de felicitación del que fue presidente de la Federación Galega de Atletismo, que todavía tiene la plusmarca gallega de la distancia al aire libre. «Un marcón», avisa el vigués.

De base a atleta

Jacobo Soler es un atleta de vocación tardía. Mientras residió en Vigo, se pasó la vida jugando como base en el equipo de baloncesto de Salesianos y cuando por motivos de estudios se mudó a Pontevedra, no quiso cambiar de equipo. «Me daba pena», dice.

Por eso se dedicó a correr por su cuenta y unas compañeras de carrera —estudia Ciencias de la Actividad Física y el Deporte— le animaron a entrenar con el Rías Baixas. Allí conoció a Gonzalo Méndez, que sigue siendo su entrenador, poco a poco se metió en el mundo del atletismo hasta descubrir la prueba de la vuelta a la pista. «Empecé con pruebas cortas, pero tenía periostitis, lo que me limitaba a la hora de entrenar, y un día corrí un 400 y descubrí que entrenar un poco más largo me aliviaba mucho el dolor de las tibias». Además, las marcas comenzaron a salir, de ahí que se quedara en una prueba calificada como la más exigente de todas por combinar velocidad y distancia. «Se sufre mucho, pero cuando consigues el objetivo, compensa con creces». Por eso está feliz después de superar una pila de imponderables.