
«Le encanta salir y escuchar música», asegura Mari Carmen Pérez
21 oct 2023 . Actualizado a las 12:36 h.La clienta más emplumada de la hostelería de Tui y Valença se está convirtiendo en toda una atracción local. Se trata de Álix y es una hembra de búho real 75 % siberiano de más de dos metros de envergadura y tres kilos de peso que acompaña a diario a Mari Carmen Pérez y a su marido Leandro. Entre semana, a tomar el café de media tarde y los sábados y domingos, al vermú y a la panadería. Pese a ser ave nocturna, este búho ha desarrollado una gran empatía y le gusta socializar sin horarios de tal manera que «si no la llevas al bar se enfada, porque lo que le gusta es salir», explica Mari Carmen. «La empecé a llevar desde el primer día y se familiarizó con el ruido de la calle hasta encantarle. Sale siempre con nosotros, a no ser que llueva o que haga mucho calor y disfruta observando todo desde la silla del bar mientras tomamos el café», explica Mari Carmen sobre su curiosa compañera.
«Nuestro vínculo es muy grande y hay gran complicidad. Me da la pata, me regala besos y le encanta que escuchemos música juntas», desvela.
Leandro y Mari Carmen tienen una amplia experiencia en el cuidado de aves rapaces porque compartieron y heredaron de su hijo Alejandro, fallecido en el 2018, su pasión por estos animales. Álix demuestra también una gran paciencia y buen carácter dejándose acariciar y fotografiar por cuantos niños y mayores se cruza, para sorpresa de todos.
«¿Recuerdas que Álex decía que Kira, el águila de Hárris que acogió con pocos días era como un hijo porque lo cuidaba como lo harían sus padres?. Pues para nosotros, desde su fallecimiento, Kira es como una nieta y hace que podamos llegarnos a sentir, de alguna forma, como si él aún estuviera con nosotros, explica Leandro. «Álex nos sigue uniendo a todos en un proyecto de vida con los animales, a los que cuidamos y respetamos como miembros de la familia», advierte esta pareja volcada en mantener y perpetuar el amor por las aves que les inculcó su «cetrerillo» .

Y la familia sigue creciendo. Con veinte años Alejandro ya se había autoproclamado padre de seis aves rapaces a las que se dedicaba en cuerpo y alma. Uno de sus anhelos, recuerdan sus padres, es que Kira tuviera descendencia. Y así fue porque el águila al que Álex enseñó a volar, con la que desarrolló un vínculo tan fuerte que parecía traspasar este mundo y que acudía sola, a diario, hasta la tumba del joven meses después de su fallecimiento, ha criado. «Kira cambió mucho después de tener crías, pero sigue yendo al cementerio cuando va con nosotros», explican Mari Carmen y Leandro. Un hermano de Alejandro, que tiene dos búhos, cuida también ahora de la hija de Kira y su sobrina Ainara, de cinco años, se ha iniciado en el arte de la cetrería ayudando a atender a un cernícalo. Es un ejemplar de la misma especie con la que su tío soñaba cuando tenía doce y que pidió de regalo a sus padres, cómplices de una vocación que ejercitaron durante cientos de horas de vuelo en común. Les ha tocado hacer obras en casa, pero para continuar con el proyecto que soñó Alejandro. «Quería arreglar las jaulas y los posaderos así que eso hicimos para que también Álix y su hermano Zeus, que es otro búho real de cinco años, estén aún más a gusto», indican. En este tiempo han conseguido además concretar otras dos de las aspiraciones del joven que tantos amigos cosechó por su afabilidad y eterna sonrisa. Han tramitado la autorización e inscripción como núcleo zoológico porque van a poner en marcha un centro de aves rapaces que se va a llamar El rincón de Álex y también consiguieron que criara una pareja de autillos cariblancos. «Su mayor sueño era tener un águila real, pero eso, de momento, aún va a quedar en la lista de pendientes», indican sus padres, «abuelos», de dos búhos, un águila, una lechuza, dos antillos cariblancos y un cárabo lapón en camino.