El espacio situado a 180 kilómetros de las Cíes, donde se hundió el Prestige, perfila un plan de gestión
02 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Hoy queremos presentarles el Banco de Galicia, aprovechando que el pasado miércoles se celebró en Vigo una jornada técnica de participación para elaborar su plan de gestión. Seguramente, conviene aclarar antes de nada que no nos hemos pasado al sector financiero. El Banco de Galicia es el mayor y más desconocido de nuestros espacios naturales protegidos por la Red Natura europea (su código oficial es el ESZZ12001). Para ubicarlo, imaginen navegar unos 180 kilómetros hacia el oeste desde las islas Cíes y llegaríamos a su límite sur. Sobre el mapa parece una parcela casi rectangular en medio del mar, pero en realidad hablamos de una enorme montaña submarina que, desde unas profundidades medias en esa zona de 5.000 metros va ascendiendo hasta formar una meseta a 650 metros de profundidad.
Para hacerse una idea de su tamaño podemos compararlo con el Parque Nacional Illas Atlánticas. Toda la superficie del mismo, incluyendo su zona marítima (que es el 86 % del total), tiene 8.400 hectáreas. El Banco de Galicia tiene una superficie de 1.035.016 hectáreas y comparte, casi solapando sus límites, otra figura europea de protección, pues se trata también de una ZEPA, que no tiene que ver con la producción de vino, sino con ser una zona de especial protección para las aves.
Para que entendamos su importancia basta anotar unos cuantos datos. El Banco de Galicia incluye (que sepamos, a falta de seguir investigando, algo imprescindible) 918 especies de flora y fauna diferentes, de las que se han descubierto 19 nuevas para la ciencia e incluyen 29 especies de corales en situación de conservación vulnerable y son la principal justificación para proteger esta zona marina. Se trata también de un lugar de paso para aves marinas (especialmente paíños) y cetáceos con presencia abundante de arroaces.
Conservar la biodiversidad y los ecosistemas es la prioridad de cualquier espacio protegido. Partiendo de esa prioridad, un plan de gestión (en este caso hace cuatro años que debería estar hecho) propone normas y límites que garanticen que las actividades humanas son compatibles con ese objetivo, y aquí los procesos participativos son fundamentales y este caso ha resultado ejemplar. Conseguir un acuerdo entre la ciencia, el sector pesquero, la administración y las organizaciones ecologistas es algo digno de destacar frente a tantos tópicos (a veces interesados) que afirman, sin intentarlos, que estos acuerdos son imposibles. Destaquemos el compromiso de Edelmiro Ulloa, gerente de la Cooperativa de Armadores de Vigo, y la lección magistral del subdirector xeral de Pesca de la Xunta de Galicia, Pedro Riveiro, sobre el bajísimo impacto ambiental del palangre demersal, muy escaso en esa zona con muy poca incidencia pesquera por su escasa rentabilidad y donde no se practican artes de arrastre que dañarían las poblaciones de corales.
Gran Burato
Existen, no obstante, amenazas potenciales, actualmente descartadas, como yacimientos de petróleo y gas en el conocido como Gran Burato, al suroeste del espacio protegido o minería submarina al existir presencia de litio y cobalto. Confiemos en que ser un espacio protegido impida que estas amenazas se hagan realidad. Lo resumía certeramente el amigo y maestro Alfredo López, de la Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños (CEMMA): «Si hubiéramos conocido antes el valor ecológico de esa zona, a nadie se le hubiera ocurrido hundir allí el Prestige». Y es que, efectivamente, sabíamos muy poco de ese lugar hasta que al suroeste del mismo (fuera del límite de su actual protección) hundimos el petrolero, lo que motivó que se empezara a investigar su entorno. Y precisamente eso necesitamos: conocer más, investigar más.