Las salas de conciertos de Vigo resisten a los festivales

irene gonzález VIGO / LA VOZ

VIGO

IRENE GONZÁLEZ

Después del parón veraniego por los grandes eventos, los espacios pequeños reabren

03 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La burbuja de eventos musicales veraniegos parece no tener fin, a pesar de que el otoño venga pisando los talones. El abarrotado Castrelos, las fiestas populares, las actuaciones individuales y, sobre todo, los festivales. Este verano se han celebrado en el entorno de Vigo el Sin Sal (isla de San Simón), el Barbeira Season Fest (Gondomar), el Son Rías Baixas (Bueu), el Vive Nigrán o el Reggaeton Beach Festival (Nigrán). Son eventos masivos que desplazan a las salas de conciertos, que están ahí todo el año y aguardan al otoño para subir el volumen de los altavoces.

Es una realidad que el formato festivalero está cada vez más en auge, con sus comodidades e incomodidades. Los profesionales de las salas de conciertos destacan como principal problema las numerosas horas de luz y la subida de temperaturas estival. «Hay que tener en cuenta que estamos en Galicia, y a las 22.30 en julio aún es de día, hay una gran oferta de conciertos en el exterior, no solo en festivales, contra la que no podemos hacer nada», relata Kike Rodríguez, socio de la sala La Fábrica de Chocolate. Lejos quedaron aquellos años en los que el espacio acogía giras internacionales prácticamente de martes a domingo.

Esta tónica parece generalizada, pues en la misma línea va el relato de los gerentes Pablo Iglesias, de Radar Estudios; Billy King, de La Iguana; y Ana Belén Magdalena, de la sala Komisky. «Normalmente en agosto no programamos. La gente en verano quiere estar al aire libre, no metidos en salas, por lo que no tiene mucho sentido hacerlo», narra esta última.

IRENE GONZÁLEZ
 

Más allá de la música

A las altas temperaturas se le suman la oferta extramusical gastronómica y de actividades de los festivales y los motivos económicos como algunas de las razones que pueden llevar al público a migrar de un recinto a otro. «Los festivales se han convertido en auténticos destinos vacacionales para una amplia parte de la población. Esta transformación se debe a que ya no se limitan a ser meros días de conciertos, sino que engloban una gama mucho más amplia de entretenimiento», afirma Bea Camiña, directora de comunicación del Auditorio Mar de Vigo.

Pero este cambio de dinámica ha supuesto también que para muchas personas la música sea lo secundario. «Al haber tanto público cada vez hay más gente a la que no le importa realmente la música, y esto se acrecentó con la pandemia. Yo en los últimos años he llegado a ver despedidas de soltero en los festivales, que hace unos años era inaudito», añade el socio de La Fábrica de Chocolate.

Para el gerente de Radar Estudios, Pablo Iglesias, otro gran problema que ocasiona esta situación es que cada festival quiere traer a grandes grupos y, por lo tanto, los cachés se acaban inflando, lo que supone que después en invierno «a los artistas les cuesta asumir que las salas no pueden financiar esos precios». Además, menciona que «hay que aprender a diferenciar entre el entretenimiento y la cultura, y que un buen ejemplo que se podría seguir es Portugal, ya que nuestros vecinos sí que apoyan a este tipo de eventos pero no los subvencionan. No tiene ningún sentido que las autoridades paguen a los que cubren gastos y no a los que no consiguen hacerlo», añade.

En esta situación de sobreoferta musical «la clave está en encontrar y destacar lo que nos hace únicos, aquello que llene un nicho específico», asegura Bea Camiña. En el auditorio Mar de Vigo lo hicieron mediante el ciclo de conciertos TerraCeo, cuyo aforo reducido les permite «ofrecer una experiencia más personal» que en los conciertos masivos, para los que despachan más de mil entradas dentro del auditorio.

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Y es que con el abanico de posibilidades gratuitas, el que decide invertir en estos eventos probablemente busque las ventajas que le pueda brindar como «una menor aglomeración y una experiencia más inmersiva», explica Camiña. Apostar por comprar una entrada no es fácil, y, como añade la responsable de la sala Kominsky, «en verano la situación se descontrola porque hay actuaciones en cualquier esquina. Para el espectador puede ser difícil seleccionar entre los eventos gratuitos y los de pago, pero creo que apostar por la cultura siempre es una buena opción», opina Ana Belén Magdalena.

«No facilitan los conciertos»

Una de las mayores dificultades que atraviesan, independientemente de la estación y, tal como relata Billy King, es que las instituciones «no nos niegan los permisos para realizar conciertos pero tampoco nos lo facilitan. En 31 años que llevo con la Iguana esto no ha cambiado».

Lo que sí que está por cambiar con la llegada del curso escolar es que las salas se disponen a abrir sus puertas a una programación variada en los próximos meses. Con los bielorrusos Nürnberg, Viva Belgrado o un tributo a Extremoduro en La Fábrica de Chocolate; La Élite en la Iguana; El Búho y Niña Polaca en Radar Studios, y el evento Furiosa Kominsky en la sala que le da nombre, lo que está claro es que hay música para todos los gustos en estos espacios. Y para los que aún quieren estirar el verano, el broche final a la terraza del Mar de Vigo lo pondrán Boyanka Kostova (22 de septiembre) y Hard GZ (23).